Día 303: sigo enganchada a Hamilton. Creía que no, pero sí. El virus H me mordió… me picó… me infectó… lo que sea y no me ha soltado desde entonces, y si alguien hace un año me hubiera dicho «algún día te obsesionarás con un musical hip-hop sobre el primer Secretario del Tesoro de los Estados Unidos» me hubiera apartado despacito intentando no hacer movimientos bruscos ni parecer amenazadora.

Una admira el uso habilidoso de las palabras y los hallazgos de lenguaje y aunque no tengo ni pajolera idea de hip-hop y sigo sin tenerla, cada coma y cada pausa y cada rima feliz y descarada de Hamilton me pone contenta: me fascinó el ritmo rápido y sólido y juguetón a la vez y luego me empecé a fijar mejor en la letra y ya se convirtió, el musical entero, en un recordatorio de todo lo bonito que se puede hacer con música y palabras y ritmo.

Aún ahora, tras escucharla en bucle durante meses y aprenderme casi de memoria trozos más extensos de los que es bueno para mi imagen social, esta tirereta dicha con magnífica seguridad y descaro me hace recordar lo mucho que me gusta cuando las palabras se convierten ellas mismas en música y ritmo:

If Washington isn’t gon’ listen
To disciplined dissidents, this is the difference:

This kid is out!

De hecho en mi cabeza yo escucho «UOshingtonISNgonLISntoDISiplinDISidensDISisdeDIFerensDISkidisOUT!» que es mucho más divertido que decir supercalifragilísticoespialidoso y que, además, hace mucho más amenos los largos viajes en coche cuando la gritas a compás con el disco.

Es tedioso escuchar a otros hablar de sus obsesiones, así que lo dejo aquí. Pero el virus H va a seguir conmigo bastante tiempo. Por lo menos hasta que me salga entera «Guns and Ships». La parte de Lafayette.