Pasarse media tarde editando una sola entrada de blog porque tiene muchos enlaces al propio blog sirve para recordar a qué me dedicaba yo cuando me dedicaba al blog. Más o menos. Y esto aclara ideas, cosa que hacía mucha falta, porque veréis:

Una va andando feliz por el páramo del bloqueo del escritor, pensando que mientras no escribas no podrás pifiarla. Que los años previos te permiten pensar que tu blog tiene ideas y que tampoco hay por qué fastidiarlo demostrando las pocas ideas que tenías antes. Y entonces en el horizonte aparece el bosquecillo de los archivos: grande en extensión pero raquítico en frondosidad. Y te adentras en él y te dedicas a releer entradas viejas y te das cuenta de que la mente te ha gastado una mala pasada, otra vez. La mayoría de las entradas de tu blog son irrelevantes, triviales y perfectamente olvidables. Y eso es genial, porque quiere decir que puedes seguir escribiendo ese tipo de entrada, que ya llegarán las otras. Las que de vez en cuando te hacen alegrarte de haberte puesto a escribir.

Decía Dumas que hay que mantener el dedo en movimiento: que hay que seguir escribiendo. Y Gaiman dice que hay que terminar cosas. Estos son los dos únicos consejos de técnica literaria que reconozco como válidos, y no he estado siguiendo ninguno de los dos. Ya es hora de ponerse y de recordar que el miedo a decir tonterías va a seguir presente y va a cumplirse, pero no va a detenerme.

Así que voy a intentar recordar que esto es un blog, y que no pretende nada más que ser un blog de esos que había antes. No voy a conseguir la trascendencia ni la belleza en cada entrada. Ni sé, ni puedo. Solo sé que en este sitio se dicen tonterías. Y eso está bien.