Larry NivenPara los aficionados a la ciencia ficción Larry Niven es un nombre familiar, conocido, y relacionado invariablemente con su novela más famosa, «Mundo Anillo», una brillantísima exploración sobre la creación artificial de mundos. Y no cualquier creación, no. El Mundo Anillo ha sido estudiado, analizado, pintado y usado como ejemplo en clases de física a lo largo de unos treinta años, y mantiene toda su fascinación hasta para quienes, como yo, no vivimos sólo de la llamada ciencia ficción «hard». Larry Niven no creó un simple escenario para una novela: su Mundo Anillo es un personaje con entidad propia, que evoluciona a lo largo del tiempo. De hecho, un grupo de estudiantes acudió a una convención con una pancarta en la que se leía «¡El Mundo Anillo es inestable!». Niven aprovechó esto para su siguiente novela, «Los ingenieros del Mundo Anillo», redondeando un maravilloso ejemplo de ciencia ficción y a la vez algo que la ciencia ficción proporciona y la mayoría de otros géneros no: interacción (y lleva proporcionándolo mucho antes de que «interactivo» se convirtiera en la palabra mágica de estos tiempos, y es una de las muchas razones por las que siempre, siempre, siempre defenderé que la ciencia ficción es un género riquísimo, fascinante, y uno de los más vivos que existe en estos momentos).
Y en la OryCon estaba Larry Niven. «Oh, sí», me dijo una de mis amigas, «viene todos los años». ¿Y lo dijo así, sin más, como si no fuera nada? ¿Ese caballero de ojillos soñolientos, expresión amable y barbita rala y larga es el creador de Mundo Anillo? ¿El que está ahí firmando pilas y pilas de libros con inagotable paciencia y amabilidad? ¿El que ha inspirado preciosas ilustraciones, interesantísimos ejercicios sobre el movimiento de objetos en entornos con gravedad artificial, y especulaciones sin fin sobre la posibilidad de vivir fuera de nuestro planeta? Tuve que acercarme a la mesa y decirle que, por si no lo sabía, sus fans en España le queremos mucho y queremos verle por allí algún día porque mentes como la suya no son comunes en ningún caso. Pareció un poco sorprendido, un poco agradecido, y un poco divertido ante mi algo incoherente parrafada, me dio las gracias con mucha amabilidad, y me alargó una cintita naranja en la que se leía «I’ve met Larry Niven».
Lo que comunico para envidia de propios y extraños.