Hay tanta niebla que la chica de la curva se ha sentado en el borde de la carretera y está fumando un cigarrillo de ectoplasma con el ceño fruncido. De vez en cuando pasa algún vehículo: camiones, furgonetas, conductores que no tienen otra elección que afrontar la niebla. La chica de la curva los deja pasar siguiéndolos con su mirada oscura entre calada y calada.

Hace tanto sol que el Fantasma de las Navidades Pasadas se ha hecho una taza de té y se ha sentado en su sillón favorito junto a la ventana. A través de los paneles de vidrio grueso e irregular un Londres colorido y un poco deforme chispea y ríe. El Fantasma suspira, se arrellana en su sillón y da otro sorbo a su taza de té.

Llueve tanto que el Holandés Errante se ha quedado en la penumbra con olor a salitre de su camarote. El vigía ha avisado de un barco en lontananza pero el Holandés no da orden de cambiar el rumbo. Da otra calada a su pipa de arcilla y pierde la vista en el loco oscilar de la lámpara de aceite.

Truena tan fuerte que el fantasma de Canterville no asoma ni siquiera la espectral nariz por las troneras del castillo. Prefiere bajar a las cavernosas catacumbas que huelen a moho y a orín y pasear un poco sin rumbo entre las tumbas, mirando de vez en cuando hacia arriba como si pudiera sentir la furia de la tormenta a través de los sillares de granito.

Pero yo aún pienso ir a verte.