Hay días en que a Corvallis se lo perdono todo.
Cuando sale un sol como el de hoy, limpio, penetrante, de ese que te acaricia la piel y te hace cosquillas y te da un masaje hasta los huesos, lo que apetece es salir, así que me he ido a comerme mi sandwichito al Quad. Había mucha animación, y estaba todo tan bonito que daba hasta apuro. Todos lo hemos notado. Al llegar yo y aposentarme en una sección de césped, un grupo de chicos y chicas bailaba un baile hawaiiano en el centro del Quad, con pasitos a un lado y al otro y mucho movimiento de los brazos, pero movimientos mesurados, de muñeca sobre todo, ahora el brazo arriba, ahora abajo, ahora todos parecían olas, chicos y chicas juntos, con un cimbreo ajustado de la cadera, pisando con la decisión de quienes viven descalzos la mitad de su vida, ahora un cuarto de vuelta y un bosque de brazos bronceados saluda al sol y baja con un aleteo de pétalos cayendo. Al final, aplausos y vítores del público.
Aprovechando mi embeleso, tres jóvenes me han colocado en el centro de un triángulo cuyos vértices son ellos y cuyos lados son las líneas trazadas por un frisbee de un blanco cegador, que pasa a vuelo rasante, tan ajustado en el tiro que acaricia las ramas bajas, perladas de yemas, de un castaño cercano que tiene aspecto de estar contento hoy. Mientras mastico, por los senderos de cemento que delimitan el césped pasan chicas en monopatín, tríos de japonesas sobre altísimas sandalias de plataforma -hablan en voces bajitas y rápidas, como ardillas-, jóvenes sin camiseta con la espalda tatuada con caracteres chinos o con diseños abstractos de soles o de trenzados célticos.
Yo también acabé por tener el sol en la espalda, y el frescor del último sorbo de agua en la boca, así que me levanté a pasear, medio encandilada por la luz y los colores centelleantes que aparecían por todas partes. Un grupo de tres chicos y una chica estaba jugando al croquet; en una pausa, con esa espontaneidad que es uno de los rasgos más encantadores de este país, uno de los chicos se ha puesto a hacer malabarismos con tres de las mazas. Al otro lado, ese grupo que véis en la foto improvisaba un rap bastante suave con ayuda de la guitarra y del conveniente dato de que OSU, deletreado en inglés, rima con you. Un poco más allá, un chico se había subido a un árbol y estaba allí sentado, mirando entre las ramas floridas al cielo muy azul, con pinta de estar en el mejor lugar del mundo. En ese momento, lo estaba. Y yo también.
Creo que es la primera vez que veo gente en Corvallis. Me la imaginaba como un pueblo de fantasmas en el que la única persona viva eras tú… algo así como Resident Evil, pero menos violento.
La Primavera
🙂
¡Ostras! ¡Así que era eso! Fíjate tú…
Creo que este noche voy a ver Resident Evil 😀 (por la descripción de rvr se parece bastante a «El último hombre vivo», peli que me impresionó siendo niño).
Pues no, si ni siquiera el del árbol estornudaba es que no era la primavera, y sólo la veo así, entre estornudos y trás una catarata de lágrimas.
Akin: Aviso que lo único que vale la pena de la peli es Milla Jovovich -y no, no por su actuación-… es entretenida, pero poco más.
Sí, sí pero, ¿Apareces en la foto? ¿Dónde? No se ve nadie con aspecto de resident evil :-*
ElRene, creía que estaba claro, ¡estoy tocando la guitarra!
solo pasaba por aqui, y me pare a saludar…
¡Hola, Dahut!
Entiendo que dejen ir a los doctores en triciclo, ¿pero también les dejan llevar pantalones cortos?
Vendell: y sandalias con calcetines. Dentro de los edificios lo único que se pide es:
-Llevar el torso cubierto
-Llevar zapatos
-No ir en patines ni en monopatín
-No llevar mascotas (salvo perros guía)