Las declaraciones del Papa*, que tienen pelín revuelta la blogocosa, son de todo menos sorprendentes. Es normal que una religión que lleva 2000 años y pico vendiéndonos su versión de cómo es el mundo tenga algunos sofocos cuando se le dice que se han estado equivocando. También es normal que una religión que depende tan absolutamente de la presencia paternal y algo maníaco-depresiva de un dios (un dios, todo sea dicho, que sus fieles se montan cada vez más a la carta) se ponga nerviosilla -la religión digo, no el dios, que diz que es macho- cuando ve cómo hay cada vez más gente que encuentra la trascendencia en cosas como la belleza abrumadora y demostrable de pi, o la elegancia de las ecuaciones de Maxwell.
Pero no veo a qué tanto lío. En realidad, lo que me parece a mí es que lo que le ha entrado a SuSan es un poco de miedo, con sus prisas por asegurarnos a los que no creemos en la deidad católica que tenemos miedo de hacerlo. Pues mire, no. Y tampoco nos da miedo, fíjese, un universo que funciona a base de reglas emergentes (Science of Discworld dixit) y no a base de personificaciones antropomórficas. Ya ve. Personalmente, a mí me encanta.
Vaya por delante que lo que diga SuSan es, para los católicos, cosa seria, y que de ningún modo pretendo que los fieles se aparten de las recomendaciones de la jerarquía vaticana, faltaría más. Aunque veo muchos fieles díscolos que no hacen mucho caso de lo que se les dice desde la silla de San Pedro, ay pillines pillines, pero esto es desviarse un poco del tema.
Del tema evolutivo, recordemos. A SuSan le parece que es más bonito introducir el elemento sobrenatural en la cosa evolutiva porque le da miedo pensar que ninguna razón, inteligencia, entidad, causa primera no causada, y demás vocablos, dirige el cotarro. No lo entiende, no lo concibe, no se conforma con un «no lo sé»… son todos buenos, aunque irracionales, motivos para tener miedo. También es comprensible; pertenece a un club acostumbrado durante 2000 años y pico a pensar que hay alguien manejando los hilos, toqueteando, poniendo las cosas, como aquel que dice, al punto de sal. Es una idea muy poderosa, muy integrada en la psique de muchísima gente.
Y durante los últimos dos siglos y pico esa idea se ha ido socavando poquito a poco; décadas de avances científicos han ido royendo los sólidos cimientos doctrinales de una religión que antes se metía alegremente en cualquier campo de la naturaleza para decirnos cómo funcionaba la realidad. Ahora se le ven las orejas al lobo, cada vez hay menos huecos en los que esconder a Dios, y la pérdida de la cómoda respuesta «dios lo hizo», sustituida por un edificio complejo y maravilloso de hechos demostrables, da miedo. Hay que encontrar un nicho en el que se esté a salvo, y la Iglesia Católica es extraordinariamente buena para encontrar este tipo de compromisos. De modo que asegura a sus miembros que todo está bien; que pueden seguir aceptando la realidad de la evolución, que siempre queda un rinconcillo por el que su dios se escurre para no dejar de salir en la foto. Es insidioso, es intelectualmente deshonesto, y es bastante pueril, en los tiempos que corren. Pero también es coherente.
Así que por mí, ningún problema; hay que admirar, de hecho, la adaptabilidad (el uso de la palabra es deliberado, no se crean, una tiene su lado borde) de la jerarquía vaticana y su habilidad para nadar y guardar la ropa. Saldrán de esta, como siempre, y en buena hora; que mientras nos dejen en paz a los no creyentes, yo no les deseo mal. Cada uno en su casa, y Darwin en la de todos. Pregunte a su apéndice, entre otras cosas.
Eso sí, SuSan, sea bueno y hágame dos favores: uno, deje de insinuar que los que no pensamos como usted tenemos miedo, que al que se le ve algo inquieto es a Su Paternidad, o Su Ilustrísima, o Su Psicopompidad, o como se diga. Y dos, no diga eso de que «sin Dios, los cálculos sobre el hombre no encajan». Porque mire, encajan perfectamente. A veces, hasta mejor. Usted, a lo suyo, que es buscar teologías rebuscadas para la doctrina y pegarse con los filósofos. Pero no se meta con los biólogos en su terreno, y nosotros, a cambio, no le diremos con qué mano coger la patena.
P.S. Y de hecho, aunque esta entrada haga pensar lo contrario, no suscribo el NOMA de Gould; pero tampoco me molesta un entente cordiale de esos. Aunque siempre pensé que era un aperitivo.
(*) Dado que Su Santidad ha estado ocupado últimamente, me apresuro a aclarar que en esta entrada se hace referencia a las declaraciones del Papa respecto a la evolución, que han quedado eclipsadas por sus más recientes citas respecto al Islam.