Mark Twain lo dijo como nadie. Así:
Oh Señor y Padre Nuestro, nuestros jóvenes patriotas, ídolos de nuestros corazones, marchan a la batalla; ¡ve con ellos! Con ellos, en espíritu, también vamos nosotros, dejando atrás la dulce paz de nuestros amados hogares para aplastar al enemigo. Oh Dios nuestro Señor, ayúdanos a reventar en pedazos a sus soldados con nuestras bombas; ayúdanos a cubrir sus amenos campos con las pálidas formas de sus patriotas muertos; ayúdanos a destruir sus humildes hogares en un huracán de fuego; ayúdanos a romper los corazones de sus viudas indefensas con dolor inenarrable; ayúdanos a dejarlos sin hogar, con los niños vagando abandonados por el páramo de sus tierras desoladas, en harapos, hambrientos y sedientos, presa de las llamas del sol del verano y los vientos helados del invierno, roto el espíritu, exhaustos, implorándote el refugio de la tumba que Tú les negarás. Por nosotros, que Te adoramos, Señor, destroza sus esperanzas, hiere sus vidas, prolonga su amargo peregrinar, haz sus andares fatigosos, haz que sus lágrimas rieguen su camino, mancha la blanca nieve con la sangre de sus pies heridos. Te rogamos, en espíritu de amor, a Ti que eres la Fuente de todo Amor, y que eres el siempre presente refugio y amigo de todos los que sufren y que piden Tu socorro con humildad y contrición en los corazones. Amén.
Aquí está el original. Y ahora, la pregunta: ¿quién está rezando esto: Bush, Sadam… o ambos?