El campus, un día típico de primaveraLos que me véis por otros foros electrónicos como el IRC ya lo sabéis. Los que me leéis en las listas de correo también, algunos más que otros. Para todos los demás, no está de más decirlo aquí: mi estancia en USA termina, y este lunes de madrugada me voy de vuelta a casita. No lo he dicho antes porque, primero, ando bastante de cráneo con el desarraigue, transporte o arroje (según convenga) de cinco años y pico de vida aquí, y porque no quiero montar una escenita; me horrorizan las escenitas.
Esto es bonito. He estado bien aquí; cómoda y tal. Muy buena gente. Muchísimas facilidades. Abundancia. Echaré de menos muchas cosas: la biblioteca del campus, los árboles, la Beanery y los camareros que ya me ponían mi espresso nada más entrar yo por la puerta, a Iovanna y nuestras charlas durante el café, los sandwiches de atún del Pangea, los sitios para aparcar, el aire limpísimo, los cangrejos, la costa escarpada con el mar de color añil, la pequeña colonia de españoles, la facilidad para hacer cualquier trámite, la preciosa mezcla de colores y rasgos por todas partes, mi laboratorio, el poderío económico de la universidad, el respeto por la investigación, la capacidad de trabajo de la gente, y su generosidad.
Hay cosas que no echaré tanto de menos: los testigos de Jehová, las colas para todo, la comida, la mantequilla de cacahuete, la idiosincrasia un tanto ombliguista de la mayoría de los estadounidenses (sobre todo los que no están relacionados con la universidad), las lavadoras, que te destrozan la ropa, la lluvia eterna, el paternalismo de los organizadores de cualquier cosa, el silencio de la gente, la distancia artificiosa que mantienen entre sí, la falta de conversación, el amor al tópico y a la generalización, el patriotismo teatrero, los fundamentalistas, los ataques a la ciencia, la luz metálica, la degradación de los baremos intelectuales, la soberbia política, los cajeros del Fred Meyer, la canela por todas partes, la falta de buenas verduras, la censura en la tele, los precios de la fruta, la cultura del litigio.
Hay cosas que aún no sé si echaré de menos o no, porque no me acuden ahora mismo a la mente. Son años aquí ya, y el cambio se va a notar mucho, no sé aún de qué maneras.
Bueno; de momento, el viaje. Ya iré contando cosas a medida que pueda y encuentre conexiones adecuadas, y nos veremos de vuelta en España. Cuando esté instalada, las idiosincrasias patrias quedarán reflejadas aquí, como han quedado las de Corvallis. Que por cierto no han terminado, claro, porque ahora, aunque me haya ido, me pondré en modo abuelo Cebolleta y contaré batallitas a medida que las vaya recordando o me relea las Moleskines.
Y ahora, a hacer el equipaje: labor que al parecer requiere conocimientos de física transdimensional, porque ¡¡todo esto no cabe!! ¡¡¡AAAAAHHHH!!!

… Ustedes disculpen. Un pequeño pronto que me ha dado. Ya pasó.