He vuelto a Corvallis, y llueve.

Webcam del MU. Cotilleen, que es gratis

Podría dejar esta entrada aquí, porque en esas seis palabras se resume a la perfección el estado de las cosas, pero como sé que os he tenido muy abandonaditos, tanto que ilustres como El Pez amenazan con ataques de rima, me extiendo un poquito más si el atontolinamiento inherente al jet lag me deja.

Una ya no sabe si dos meses son mucho tiempo o poco tiempo. Teniendo en cuenta tooooodas las cosas que hice mientras estuve en España, dos meses cunden casi como siete. Y teniendo en cuenta la pinta de Corvallis al volver yo, parece que estos dos meses esta ciudad se los haya pasado a velocidad relativista y para ellos hayan pasado apenas dos minutos. Desde esta mañana estoy catando Corvallis despacito, con precauciones, con la puntita de la lengua, a ver si «sabe» como cuando me fui. El experimento ha resultado ser un poco como catar un huevo hervido a ver si sigue sabiendo a huevo hervido. Pues sí, sigue. Poca bibliografía se puede sacar de este pueblo.

Me han dicho, y como me lo ha dicho gente de bien supongo que deberé creerlo, que hace una semana tenían aquí un tiempo maravilloso, con sol y calorcito. Se ve que ya se les ha acabado el Bonosol, porque ahora el cielo está encapotado en color gris ceniza, llueve o llovizna a intervalos regulares, el aire huele un poco a repollo, y los inicios del explosivo otoño corvallino quedan tamizados y medio diluídos en el aire perlado de gotitas de agua.

Yo, mientras, lidio con el desfase horario y sus consecuencias, relleno mi nevera, y recupero malas costumbres, como tener el ordenador todo el día conectado con cable y por tanto acceder a mi bitácora cuando y donde quiero, con lo que la probabilidad de ver más entradas a partir de ahora crece exponencialmente. Que no os pase ná.

¿El vaje? Bien, gracias. Ya os contaré lo de Denver. Resulta que tengo los tobillos de metal, y yo sin enterarme.