Me siento de un alternativo que doy asco.
Heme aquí, en un café [/grunge/] de Corvallis, de esos con sillas desparejadas de todos los estilos, desde sillitas de colegio de las de antes a sillones espantosos acolchados en sky verde de los setenta. Suena [/rhythm & blues/] alternativo por los altavoces alternativos, el menú es alternativo hasta decir basta, con sandwiches de hummus y [/organic potatoes/]. La decoración es alternativa; cuadros desagradables de artistas alternativo-independientes (algunos buenos, eso sí), caballitos de papel maché algo ajados, fotos en blanco y negro, [/collages/]. El paraíso de la cursiva.
¿Por qué estoy aquí? Porque hay buen café y wifi gratis. Todo a mi alrededor son Macs, periódicos ecologistas, piercings y paredes de colores. Es un sitio, la verdad, acogedor. Nadie te mira mal porque te quedes aquí dos horas sin más que un café helado en la mesa, y como en todos los sitios alternativos, la gente es más amigable y más dada a conversar entre sí. En voz baja.