La nieve de ayer esperó a la noche y atacó en emboscada, aprovechando que hace más frío entonces. Esta mañana la luz blanca venía de la capa de nubes de arriba y de la capa de nieve de abajo. Éramos el jamón de un sandwich de harina super refinada. Y seguía nevando, en copos lentos. Por la mañana mi amigo Pablo y yo salimos a dar una vuelta y estuvimos discutiendo el ruido que hace la nieve al pisarla. El consenso fue algo así como crrounc. O scrluich al pisar nieve semifundida, de esa que luego se te cuela en la bota.

Estaba bonito, Corvallis. Blanquito y bien delimitado por los almohoadones de nieve sobre coches, tejados y arbustos. Los copos de nieve se te posaban en la nariz, en la mejilla, en las pestañas, y se fundían y se quedaban allí como si fueras un señuelo para gotitas de rocío. Estuvimos pisando sobre nieve virgen, sólo porque es divertido, y haciendo fotos y tirándonos algunas bolas de nieve.

En los patios delanteros de algunas casas ya había muñecos de nieve de varios estilos, desde rudimentarias y casi primigenias bolas superpuestas hasta elementos más detallados con zanahoria por nariz y botones como ojos. Totems de invierno.