Cascanueces se enfrentó gallardamente a los ratones que querían comerse todos los dulces de María. Con la ayuda de los demás juguetes, puso a raya a las hordas de roedores que amenazaban la existencia de las golosinas. Pero su gran reto vino cuando tuvo que enfrentarse al Rey de los Ratones: un monstruo horrible de tres cabezas. Dicen que los cuentos y las leyendas tienen un poso, muy enterrado a veces, de verdad. La inspiración tiene que venir de alguna parte, al fin y al cabo, ¿no?

A veces, por razones que nadie sabe todavía, un grupo de ratas queda atrapada en lo que se conoce como un Rattenköenig: un Rey. Sus colas se enredan entre sí de manera tan inextricable que no pueden separarse, y terminan formando un círculo, las caras hacia fuera, las colas en el centro, anudadas hasta lo imposible. No sé por qué se les asignan atributos de realeza. Al encontrar estas grotescas formaciones, la sabiduría popular les otorgó extraños poderes: la capacidad de controlar las mentes de las otras ratas para que les trajeran alimentos, por ejemplo. Algunos creían que el Rey se convertía en un solo macroorganismo con una sola mente, capaz de desplazarse y alimentarse por sí mismo, una especie de hidra ratonil. El Rey al que se enfrentó Cascanueces tenía tres cabezas. Pero se han encontrado Reyes de hasta treinta y dos ratas. Así que ahora me imagino el cuento de manera bastante diferente.

Es una de esas cosas…