Desde que Dupin explicó a su acompañante cómo había deducido su línea de pensamiento a partir de un tropezón en la calle en el relato de Poe, me ha divertido pasar la moviola por alguna de las cadenas causa-efecto que llenan mi vida -y la de cualquiera- y ver cómo he llegado a determinada acción, pensamiento, conclusión o lo que sea.

Hace unos días se comentaba en una lista de correo una posible forma de espionaje electrónico. El método era tan curioso que me trajo a la memoria otro, no sé si ficticio o real, descrito en un libro de Neal Stephenson. Esto me recordó que había otro libro de Neal Stephenson que llevaba tiempo queriendo leer, de modo que fui a la librería, me lo compré y me lo leí (yo soy asina). En este libro en concreto una parte importante de la trama descansa en la cultura Sumeria, que siempre me ha fascinado. Unos días más tarde estaba yo hojeando otros libros en la sección de Ciencia y vi uno que parecía apetitoso. Al abrirlo lo primero que vi fueron caracteres cuneiformes, y como el libro en cuestión es una historia natural del cero, la coincidencia con el libro de Stephenson, que todavía tenía muy fresco en la mente, y lo encantador del tema tratado, me hicieron comprármelo. Estoy leyéndolo ahora, y es una delicia. Aparte de que el cero ya sea un número fascinante de por sí, el libro chisporrotea de entusiasmo: el autor se lo pasó bien escribiéndolo, y se nota. Casi cada página crepita con referencias poéticas, pensamientos al azar, elucubraciones, ideas, información, explicaciones, referencias cruzadas, guiños y expresiones de gozo ante la enrevesada historia de un número que simboliza los extremos, el todo y la nada, las cantidades ingentes y el vacío absoluto, todo a la vez, y simplemente dependiendo de su posición. Es alucinante.

Y eso que acabo de empezar…

P.S. Ah, sí, el libro… The Nothing That Is (A Natural History of Zero), Robert Kaplan, Oxford University Press 1999. ISBN 0-19-514237-3