No, no me refiero a la constante de a Planck ni al valor de c. Hablo de algo muuucho más universal: la burocracia.

Allá por el mes de Junio, aquí en el laboratorio, el ventilador de una de las campanas de extracción de gases se atascó en la posición de «encendido». El constante zumbido ronco era muy molesto, así que llamamos a Mantenimiento para que lo arreglaran. Con rapidez nunca vista, es decir, tras 48 horas, aparecieron dos técnicos pertrechados con lo que parecía un equipo completo de Cazafantasmas, amén de una bonita escalera de mano roja. Se metieron sin miedo en las tenebrosas oquedades del falso techo y emergieron al cabo diciendo que sí, efectivamente: estaba atascado.

–Bueno –dijo Pete, el encargado de estas cosas en el lab–, ¿y no lo pueden apagar?
–No podemos –fue la respuesta, dada con amable conmiseración–. Primero tiene que venir el supervisor a autorizar el trabajo.
–¿Y cuándo –preguntó Pete, temiéndose la respuesta– podrá venir el supervisor?
–Ya le llamaremos.

El supervisor vino y fuese, corroborando con satisfacción el diagnóstico de los dos técnicos, y dijo que hacía falta no sé qué pieza. Una semana más tarde, Pete se hartó y llamó a dos técnicos de mantenimiento de algún país neutral, que aparecieron, dijeron que el ventilador estaba roto, y que había que cambiar una pieza. Pete dijo que ya, y que si ellos podrían hacerlo. Bueno, dijeron ellos, tenemos la pieza en el almacén, pero no estamos autorizados a apagar el ventilador. Verá, es que estas campanas siguen un programa muy estricto de control de calidad y sólo los técnicos autorizados pueden apagarlas, y…

Mientras, el constante ruido de fondo estaba afectando la estabilidad de las centrífugas, abriendo brechas en el material de vidrio, y ocasionando migrañas a las almas sensibles que aquí trabajamos. La pintura de las paredes se está empezando a descascarillar. Las constantes vibraciones de baja frecuencia matan los cultivos más delicados de bacterias. Tras largo desgaste, un poster enmarcado de ranas tropicales se ladeó y cayó de canto, y por poco no lobotomizó radicalmente a Steve, que dormía tranquilo en su mesa. Y siempre, incesante, el runrún de fondo del ventilador.

Hoy ha venido el supervisor otra vez. Hoy, ojo, hoy 12 de Octubre, tomen nota. Traía la escalera roja, que sigue siendo muy bonita, aun después de todo este tiempo. Ha investigado una vez más en las sombras del falso techo, y ha dictaminado que el ventilador está atascado porque se ha congelado no sé qué relé de la alcatifa del esperlán secundario de torsión. No me prgunten, lo mío es el ADN, no la ingeniería. Una vez más, todos a coro y mirando hacia las alturas cual suplicantes en una novena por lluvia, hemos rogado que nos dijera si tienen la pieza y si pueden APAGAR DE UNA VEZ EL CONDENADO TRASTO QUE NOS ESTÁ VOLVIENDO LOCOS.

Dice que no sabe si tienen la pieza. Dice que tiene que ir a mirarlo. Dice que ya nos llamará.

Quosque tandem?