Se han juntado el hambre, las ganas de comer, el lunes, el retorno de los alumnitos, un experimento largo, y ya de paso Rómulo y Remo, Gilbert y Sullivan, Gárgoris y Habidis, el pan y el chocolate, y otras afortunadas circunstancias de la vida, y entre todas han conspirado para mantenerme alejada de los ordenadores hoy (raro, pero no imposible).
Afortunadamente, los otros dos blogsqueteros han acudido al rescate; tanto rvr como herbasco tienen hoy jugosas e interesantes entradas a las que hincarles el ojo por si alguien estaba ayuno de información interesante y le decepcionó no encontrarla aquí (raro, pero no imposible). En el entretanto, mi buena acción del día ha sido enseñar a una joven universitaria cómo leer un mapa, y ya de paso, la diferencia entre derecha e izquierda. Al menos sólo ha sido a una de los miles de alumnitos que pululan por el campus con ojillos brillantes.
Y luego, en plan justicia cósmica, me he pasado la tarde mirando caer gotitas en tubitos de ensayo (a gotita por cada 13 segundos, cada gotita 50 microlitros, tenían que salir por el tubito un total de 80 mililitros, calculen, calculen). Y finalmente, he llegado a casa dispuesta a cenar y he conseguido freír una lechuga, untar huevo en el pan, y lavar cuidadosamente la tarrina de queso Philadelphia. Tal y como va la noche, es altamente probable que ponga la ropa en el horno y el pollo en la secadora. Raro, pero no imposible.
Últimos comentarios