No sé, yo, parece que está todo dado al demonio, que decía mi abuela… Plutón baja de categoría, la pertinaz sequía no cede, los autobuses no pasan, sigue haciendo calor, el café ha subido de precio, y se muere Glenn Ford, al que apuesto que muchos daban ya por muerto desde que cascó como Jonathan Kent en Superman, pero no, ahí estaba, aguantando, el rudo y calmo hombre de la sonrisa secreta, el profesor que todos quisimos tener, después de que pasara al imaginario colectivo como abofeteador, imagen de la que salió gracias a su carisma de hombre de la calle y la leve chispa que animaba sus ojillos cuando sonreía. No era guapo, Glenn Ford; era atractivo y tranquilizador, dotado para drama y comedia, y tenía tal presencia que seguro que hacía pasar los autobuses, disminuir el calor, y hacer que no te importe la subida de precio del café.
Vale que haga ligeramente menos calor, pero es que a cambio la entropía se lo está pasando pipa. Que se lo digan a mi piso, entre otras cosas…
Vale que haga ligeramente menos calor, pero es que a cambio la entropía se lo está pasando pipa. Que se lo digan a mi piso, entre otras cosas…
A ver si toca llamar al Dr. Manhattan para que vaya y lo arregle todo (y no al inútil de Mr. Proper, que eso de controlar moléculas se le da fatal)…
Siguiendo con la alegoría termodinámica, solo consigo contener la subida entrópica de mi vida durante reduciendo mi energía libre de Gibbs. Cosa que mi thesis advisor parece no comprender cuando revisamos mi trabajo semananal. 😉