Para descansar un poco de tanto creacionista y tanta crisis y tanta cosa, hoy me he ido de caza. De caza fotográfica urbana, vaya. Tengo que aprender a usar mi cámara nueva y me queda muuuucho camino por recorrer, de modo que he aprovechado para ir a dar un paseíto al buen tuntún a ver qué sale. Ha salido poca cosa, pero a estas alturas era de esperar.
Valencia tiene, de vez en cuando, tardes como esta, no espectacularmente bonitas, pero muy dulces, muy andante moderato ma non troppo, o algo así. Mi iPod ha tenido la amabilidad de acertar de pleno en su selección de canciones para el paseo, lo cual ayudaba mucho. También ayudaba que yo estaba en un particular estado mental así como acolchadito, en el que no tienes prisa, te paras donde quieres, miras, remiras, tiras fotos, te vas, vuelves, todo el mundo te mira levantando una ceja, y a ti te da igual. Entre foto y foto, mientras me hacía un lío con todas las opciones del cacharro e intentaba aparentar que sabía lo que estaba haciendo, captaba retazos de conversaciones de los viandantes:
-… Porque me estaba dando un ataque de nervios…
-… Así te sientes mucho más liberada.
– Cógelo por el cordelito, así, mira, ¿ves qué bien?
Esto último iba dirigido a una niña de la mitad de tamaño de mi gato, que asía con mucha fuerza y seriedad un globo amarillo que corría grave peligro de estallar. Sus abuelos intentaban enseñarle maneras menos peligrosas de transportarlo, mientras por su lado pasaba un señor con un imponente bigote gris acero, sorbiendo por una pajita un vaso de café helado con tal cara de concentración y deleite que se me olvidó hacerle una foto.
Tras un rato de tirar veinte veces la misma foto tocando todos los botoncitos disponibles entre una y otra para ver qué pasaba (de todo, pero nada bueno), me acabé tomando un aperitivito pelín pijo pero muy, muy rico, me quedé un rato mirando las musarañas, y luego a casita.
Todo lo cual considero que ha definido una tarde la mar de agradable y más productiva que muchas. Queda dicho. Ea.
Últimos comentarios