Haciendo uso de las múltiples ventajas de Internet, hoy ha tenido lugar una bella escena. Bueno, un poco rara, porque la cosa ha empezado cuando mi amiga M, que en realidad es V (no pregunten), ha empezado a dar saltitos y a tirarme de la manga y a exclamar que no me lo ha contado, no me lo ha contado, no me lo ha contado. Pues no, no me lo había contado, pero procedió a hacerlo de inmediato.

Resulta que estaba ella toda feliz en casa cuando, ding dong, llaman a la puerta, ¿quién será? Emoción. En las inmortales palabras de V, «era un hombrecito con un ramo de flores». Dado que V llama «hombrecito» a cualquier persona del sexo masculino entre los 30 y los 240 centímetros de altura y/o anchura, sólo podemos imaginarnos el aspecto del hombrecito en cuestión, aunque hay peores maneras de ser descrito a alguien. El hombrecito le entregó el ramo, que venía con la tarjetita de rigor, y ¡zas! El ramo era para V, enviado por sus amigas desde España, haciendo uso de la maravilla que es Internet para hacer posibles cosas bastante curiosas o, en este caso, así de bonitas. De modo que V, toda contenta con su ramo, me ha hecho saber que al llegar a casa esta noche va a sentarse delante de él para contemplarlo a placer. Tal era su expresión de alegría al contarme el suceso, y tal su tono de sinceridad al hacerme saber sus planes, que ahora temo por ella. Quién sabe si, perdida en la arrobada contemplación del bello arreglo floral, V se olvidará de dormir y de comer, inmersa en una cálida nubecita rosada de amistad. Puede que pasen días y días sin que el efecto de este encantador regalo pierda intensidad; se marchitarán las flores, pero sus fantasmas habrán formado ya una imagen eternamente lozana, quemada en las retinas de V por persistencia de la visión. Sus compañeras de casa cobrarán entrada para que los curiosos puedan pasar a ver el extraño retablo de V, como una estatua viviente, contemplando con arrobo lo que fuera un hermoso ramo de margaritas rosas y blancas. Ahora mismo, si las técnicas de tomografía computerizada fueran un poco más sensibles, estoy segura de que la cara posterior interna del cráneo de V tiene un delicado bajorrelieve de un ramo de flores, que tras perfumar todo su cerebro se ha instalado ahí como un recordatorio indeleble del poder de la amistad.