Corvallis, y sobre todo el campus, se han convertido en lugares fantasma poblados por apenas algún que otro viandante que camina decidido bajo la lluvia a algún encargo misterioso, y una no puede evitar fijarse más en la gente, como si el hecho de que haya menos personas significara que las que se ven son más reales, más sólidas. Pero son personas silenciosas y apresuradas bajo la lluvia, que corren a entrar en los pocos locales abiertos estos días, con las ventanas opacadas por un vaho surcado de regueros de agua como lágrimas.
Y mientras, no para de llover, con discreta determinación. Hasta el espacio entre gota y gota está lleno de una neblina húmeda que hace jeribeques para meterse bajo las mangas y por el cuello de la chaqueta. Todas las calles son un mundo de reflejos, con las luces de navidad creando simetrías luminosas, multicolores formas Rorschach interrumpidas por los coches que pasan y acuchillan los charcos con el dibujo de los neumáticos.
Como pasa aquí a veces cuando llueve, el aire huele a coliflor hervida. La única solución es sumergirse en el olor a madera y libros del Borders, o hundir la nariz en una taza de té de jazmín.
Um… Mejor el té de jazmín.
Como parte del amigo invisible me doy a la tarea de visitar las 120 (y más) bitácoras participantes, en parte para descubrir quién es mi amigo(a) secreto(a) (podría ser de Buenos Aires, podría ser de Tenerife, podría ser de Madrid, podría ser de Ciudad de México) y en parte para dar una pista (si quieres muy escondida) para mi amigo(aquí sí con o) secreto.
Saludos!!!
Días así compartidos (aquí nublado e iluminado de navidad) hacen dar ganas de viajar.
¿Una persona con una historia puede ser más real?
Miguel: o menos. Según la historia.
Hay personas que sólo se vuelven reales cuando te cuentas su historia. Fuera de eso es un hombre o mujer gris como tantos.