El pulpo gigante al que hace referencia el Paleofreak es, era, un monstruo de doce metros, un auténtico Leviatán de película de terror, de novela de aventuras, de sueño del Bosco. Sólo hemos visto de él ese montón gris, informe y glutinoso, pudriéndose en la playa ante la curiosidad general y la fascinación de esa comunidad científica que tanto se desconcierta, pero que cuando ve un bicho así se lanza como si fuera un caramelo y olfatea con deleite el bouquet de los tejidos en descomposición, usando cada pequeña pista organoléptica para identificar lo que es, a todas luces, un montón de carroña de trece toneladas y doce metros. Ahora.
Pero antes, cuando vivía, este ejemplar de Octopus giganteus era una casa de cuatro pisos nadando en el área más inexplorada del planeta. Nadando a propulsión, como sus colegas más pequeños, y quizá cambiando de color como ellos. Intentar imaginarse a este bicho, vivo y activo, peleando contra cachalotes, es meterse en un enorme berenjenal lovecraftiano del que se sale con mucho esfuerzo, y no sin un resto de aprensión al mirar las engañosas olitas de esa mar en la que nos chapuzamos en verano.
Hic sunt dragones, hijos míos. O, en este caso, Hic sunt octopi. Ahí abajo hay sitio para más cosas de las que quizá estemos imaginando todos ahora mismo, y lo poco que sabemos es apenas lo que viene a morir a nuestras playas, un triste y maloliente harapo, un eco blanducho de la magnificencia que debía ser el animal, activo y hambriento. El océano es grande, y no lo conocemos. Y si este montón de carne de monstruo es un ejemplo de lo que se puede encontrar ahí abajo, yo quiero verlo. Vivo.
En realidad no quieres verlo, Daurmith…
¿O sí?
Piénsatelo dos veces :o)
¡Quiero, quiero! En diferido (y alta definición), pero quiero.
En el acuario viejo de Lisboa tienen un chopito gigante (del género Architeutis) metido en una vitrina de 1 por 15 metros. Están a salvo: dicen que el sabor es espantoso.
Yo también quiero verlo.
Al final, seguro que lo del calamar gigante del documental «Futuro Salvaje» no era tan descabellado.
Vendell, en el acuario de Newport tienen un pulpo gigante también, pero es más tímido que un ratoncillo. Se le ve un cacho de tentáculo, a veces, de perfil, todo tembloroso, y si le haces mimitos durante media hora a lo mejor te regala la visión de dos ventosas más. Más que impresión, da ternura, el animalito.
Pues un poco descepcionante el amigo Chileno… no era mas que una masa horrible (y debía oler a rayos).
Eso si, imaginarse que eso era el cuerpo (sin los tentácuos) de un pulpo daba entre pánico y gula (si lo pillan las pulpeiras de Carballiño)
¡Decepcionante! ¿Decepcionante? ¡Akin, me decepcionas! 😉 ¿No eran decepcionantes las sosas rayitas blancuzcas del primer espectro que se descubrió? ¿No decepcionaban las fotos granulosas y confusas de Plutón? ¿Qué había más soso que la porquería peluda que apareció en una placa en el laboratorio de Fleming? ¿Qué podía ser menos espectacular que una testaruda estática de ruido de fondo que Penzias y Wilson no acertaban a quitar?
Las mejores cosas no llegan con fanfarrias y colorines, sino como cochinadas malolientes, o fenómenos raramente espectaculares, o un pequeño hueso aparentemente anodino en una montaña de pedruscos. El que está atento y sabe, desvela esas aparentes decepciones como las maravillas que realmente son.
Decepcionante, pfff…
😉
Sabias palabras, Daurmith.
Tampoco hay por qué echar la bronca a los que no somos sabios científicos…
Yo, pese a no ser científico, hasta lo de Penzias y Wilson iba llegando O:)
Ha sido un repente, perdón… Bueno, también es que me gusta meterme con Akin.
Eleder, Penzias y Wilson iban rastreando las ondas cósmicas en busca de galaxias pero no se libraban de un molesto ruido de fondo que ellos creían superfluo. Las pasaron canutas trantando de quitarse de encima el dichoso ruido de fondo. Lo intentaron todo, sin éxito. Y finalmente, entre ellos y otros cuantos más, se dieron cuenta de que el ruido de fondo eran microondas: la radiación de fondo del Big Bang.
Te lo tengo dicho, «Oveja Mansa», de Connie Willis… 😉
Creo que en el fondo del mar Verne tenía razón, necesitamos más capitanes Nemos, locos y arriesgados para que nos revelen todas las cosas que aun sigue ocultando el fondo de los mares…
Para mí que ni pulpo, ni cachalote: Seguro que estamos contemplando los restos mortales del viejo Cthulhu (o como carajo se escriba), que después de tanta siesta y tanto dormir bajo las olas, para cuando por fin se ha decidido a subir a la superficie le ha sorprendido un derrame cerebral, provocado por las anomalias cardiovasculares del que pasa tanto tiempo quieto y sentado (me rio yo del sindrome de la clase turista). Hala, ¿que os parece mi hipotesis?
parecen estupidos con esas fotos mas bambas que sus viejas
¡¡¡¡¡¡¡LOLSASOS!!!!!!!