Ayer pedí un anticuerpo. Una cosa de nada, un anticuerpo monoclonal para un experimento que estamos preparando. 100 dólares de vellón.
Me ha llegado hoy. En una caja de 30x30x30, acompañado de:
– La hoja técnica del potingue, en azul y con sello dorado de «105% garantizado»
– Dos (2) postales grandotas de publicidad con una oferta de viajes si hablo de su empresa a dos amigos
– Cuatro (4) posters de tamaños variados con las diferentes familias de anticuerpos, receptores celulares y clusters que tienen a la venta
– Hojas de pedido y catálogo de sus nuevos productos
– Una (1) camiseta con el logo de la empresa. Hanes, 100% algodón, blanca, adult XL. ¡Ya tengo camisón!
– Un (1) tazón con el logo de la empresa, en azul, sobre la loza blanca
– El anticuerpo en sí: un tubito con 100 microlitros de líquido para guardar al fresco. La mitad del capuchón de un boli, vaya.
Me ha dado la risa tonta, no he podido evitarlo.