El otro día acabé en la FNAC, cosa generalmente muy peligrosa para mí. Y pasó una cosa curiosa.
Llevaba yo bajo el brazo tres libros cuando se cruzó por delante un chico joven que me dio algo parecido a un marcapáginas. Yo debo tener tres mil en casa, y me disponía a rechazarlo cuando me di cuenta de que no era publicidad. O mejor dicho, sí lo era.
El marcapáginas hacía referencia a un libro llamado «El bolígrafo de gel verde», de Eloy Moren. Título, dicho sea de paso, poco atractivo para mí donde los haya, que no soy de bolígrafos, y menos de bolígrafos de gel. En la foto, onírica y sedante estampa de joven dormido con pájaro de metal sobre una mano. Otra cosa que me llama poco. Menos llamada no podía estar, vaya. Aquello era un anti-llamamiento. Un deshaucio.
«Ayúdame a difundir la novela», rezaba el marcapáginas, y me detuve. ¿Ayúdame? Quizá, pensé, sería una novedosa estrategia publicitaria ideada por genios del marketing de los de a millón el master.
Pero no. Resulta que lo de «ayúdame a difundir la novela» es literal, y que el chico distribuyendo marcapáginas era el propio Eloy Moreno. Eso es amor al arte, pensé.
– ¿Eres el autor? -pregunté, para asegurarme, y me confirmó que sí, que lo era. Que se había autopublicado, y que tras conseguir espacio en la FNAC, estaba allí al pie del cañón repartiendo marcapáginas y solicitando difusión por parte de quienes, interesados, acudían a preguntar como hice yo.
– ¿Qué editorial te lo ha publicado, entonces?
– Ninguna, el libro lo he mandado a una imprenta.
– ¿Y de cuánto es la tirada?
– Voy de trescientos en trescientos -explica Eloy, sonriente-, y cuando se acaban, con el dinero que he conseguido, saco otra tanda.
– Vaya. ¿Y no has pensado en sacar versión electrónica?
– Poco a poco -dice él-. Lo estoy pensando, ya veremos. Según cómo vaya esto.
«Esto» no parece ir mal. Eloy es simpático, habla, comenta, se muestra enérgico e interesado, contesta a todas las preguntas, sonríe y firma los libros de buena gana y con cierto humor latente. El libro está presentado en un stand pequeñito, alardeando de no haber sido criticado por ningún crítico ilustre ni aparecido en revista literaria alguna. Me gusta su descaro y me llevo un libro.
– ¿Me lo firmas? -pido- Así podré decir en mis memorias que tengo una primera edición de un Eloy Moreno.
Se echa a reír, me lo firma con una amable dedicatoria, y le deseo mucha suerte en su empresa. Desde luego no es de los que se quedan sentados esperando el éxito, no.
Yo no me suelo comprar libros llamados «El bolígrafo de gel verde». Pero este me lo compré, porque me cayó bien la idea de Eloy y el valor para pasarse horas enteras dando a conocer su primera novela, y porque me cayó bien el cachondeo latente en su contraportada:
«Esta novela no ha sido galardonada con ningún conocido premio -ni siquiera con uno desconocido-, no ha sido nombrada en la lista de los mejores libros del año y tampoco ha sido elogiada ni censurada por ningún crítico literario.»
Y, ya rematando, este es el favor que pide Eloy en el marcapáginas:
«Si lees la novela y te gusta, habla de ella, recomiéndala, conviértela en regalo… porque a veces, el boca a boca es mucho más eficaz que mil anuncios.»
Me permito corregir a Eloy: es el «boca a oído». Y que conste que todavía no he leído la novela. No sé si me gustará. Pero sí sé que me ha gustado mucho su iniciativa y sus ganas de hacer cosas, y por eso me apresuro a recomendar que os paséis un rato por la FNAC, busquéis a Eloy (primer piso), y cotilleéis su libro. Si os hace tilín, compradlo. Y si os gusta, ayudad a difundirlo en www.elboligrafodegelverde.com. Yo prometí que publicaría una crítica en su web tras leérmelo, y pienso hacerlo.
Y si no os gusta, que es el riesgo que corre Eloy, pues nada, otra vez será. Pero en estos tiempos de canon y de SGAE, hay esfuerzos que merecen, como poco, mención.