Valencia, en verano, se vuelve una sopa hecha a partes iguales de luz y del olor blando de plantas de río. A veces, cuando vas andando por la calle en verano, sientes que el cielo es más bien una puerta abierta al infierno, y a nadie le extraña que aquí es donde se haga el ensayo general del Juicio Final, ante la indiferencia de los viandantes, que saben de sobra que en esta ciudad cegada por el verano viven seres de luz y seres de vidrio recalentado, trémulos en la distancia.
Al ensayo general los ángeles vienen vestidos aún de paisano, para no manchar de sudor las túnicas blancas, y con sandalias, para no quemarse los pies en el asfalto. Y el calor es tal que alguno de ellos, despistado, se perderá y preguntará a alguien por la calle. Y se lo diremos, porque el viento de las alas de los arcángeles furiosos será un alivio en los días chirriantes del verano.