(Estaba yo escribiendo una entrada sobre los libros de Geralt de Rivia, pero se me ha cruzado esto y no me he podido resistir).
Google ha liberado su algoritmo Deep Dream, el que usa para analizar imágenes y encontrar patrones que sirvan para buscar imágenes similares. Así podemos poner una foto de un gatico en el buscador y que te busque otras fotos de gaticos, por ejemplo. O poner una foto de la torre Eiffel y que te caiga una multa. Ya sabéis, cosas útiles.
Así que el algoritmo busca patrones en imágenes. Hasta ahí todo bien. El algoritmo busca patrones y los compara con cosas conocidas. Y lo hace todo el rato, porque es un algoritmo, y no le puedes decir «no, no busques ahí, que ahí no hay nada».
Bueno, quizá se lo puedas decir, pero al liberar el código la gente ha dado de comer al algoritmo todo tipo de imágenes. Y el algoritmo se ha puesto a comparar, y a ofrecerte sus sugerencias haya lo que haya. Y va a encontrarte patrones donde sea, porque existe para eso. ¿Qué hace una red neuronal diseñada para encontrar patrones? Pues encontrarlos. Donde sea. Y buscar lo que cree que más se parece, y ofrecértelo. Como nosotros cuando miramos nubes y encontramos perritos, o conejitos, o dragones, o al diablo. El paralelismo es muy real, y aclara muchas cosas.
Pero es que el algoritmo Deep Dream convierte cualquier inocente foto (está en ello, hay que esperar) en una pesadilla de Tim Powers, en un sueño lisérgico del El Bosco, en un horror orgánico y mutante que haría llorar a Clive Barker: animales deformes, apelotonados, fundidos unos con otros. Ojos por todas partes, híbridos de humanos y animales, simetrías vagamente orgánicas, arcoiris de charco de aceite pintando una alucinada zoología en el sueño febril de un demiurgo demente. Imágenes que dan pesadillas y que fascinan y repelen a la vez. Lo cierto es que no me canso de mirarlas. Esto es un donut medio comido. Un cielo con nubes se convierte en un poblado alienígena con pollitos y peces gigantes levitando. La comida quiere comerte a ti. Contar ovejitas para dormir se convierte en actividad de riesgo.
El sueño del algoritmo produce monstruos. También. Quién lo iba a decir.