Es un alivio ver cómo últimamente aparecen por todas partes series buenas. Desde la exitosa CSI y todos sus hijitos hasta la casi desconocida pero excelente Carnivàle, pasando por joyas subestimadas por los ejecutivos pero apreciadas en su justo valor por los fans, como Firefly. El mundo televisivo abunda en basura, estulticia y acefalia, sí; pero también tiene sus joyas.
A mí en concreto, una de las que me ha gustado más y me ha enganchado de inmediato es House M.D. ¿Por qué? Porque me encanta Sherlock Holmes. Es mi personaje de ficción favorito; me gusta tanto Sherlock Holmes, que me atrevo a hacer burradas enormes que no me atrevería a hacer con otros de mis personajes de ficción favoritos. Qué le vamos a hacer.
A los guionistas de House también les gusta Sherlock Holmes. El silogismo se completa: me gusta House. No puede no gustarme. Y es que es imposible que no me guste el personaje del doctor Gregory House, interpretado por un alucinante Hugh Laurie, que para la faena ha aprendido a caminar con bastón, ha adoptado un impecable acento estadounidense (lo cual, viniendo del actor que dio vida a Bertie Wooster, tiene mucho mérito), y se ha metido en la piel de un médico misántropo, malhumorado, brusco, tan políticamente incorrecto como se pueda desear. No es un hombre desagradable por ganas de epatar o de hacerse el interesante; es, sencillamente, un hombre cojo, antipático, adicto a los calmantes, autoritario, irrespetuoso y sarcástico. Y el mejor médico que puedas desear cuando nadie sabe qué te pasa ni cómo curarte. Puede que House no te cure; pero ciertamente te diagnosticará. Y no porque te quiera y considere sagrada tu vida, sino por el placer intelectual del puzzle, placer que para él es más estimulante que su adicción a las drogas. Si eres paciente de House, hay tres cosas seguras: una, que las vas a pasar canutas. Dos, que si él no averigua qué te pasa, nadie lo hará. Tres, que una vez te haya salvado la vida le importarás exactamente un comino.
House es Holmes. Un Holmes cambiado de sitio y de época, pero el parecido ha sido buscado con mimo e ingenio; y a veces con refrescante descaro. ¿Lo vemos? Venga, veámoslo, que es divertido.
House tiene un sólo amigo: el doctor James Wilson. Holmes tenía un sólo amigo: el doctor John Watson. Ambos son buena gente, mujeriegos, menos brillantes que sus dotados amigos, pero sienten hacia ellos una amistad sincera y fuerte.
House es adicto a las drogas (Vicodin). Holmes era adicto a las drogas (cocaína).
House es un misántropo que odia ver a sus pacientes y no siente el más mínimo interés por sus problemas personales a no ser que tengan relación directa con el diagnóstico. Holmes sentía la misma aversión a establecer lazos emocionales con sus clientes y sólo se interesaba por los datos que tuvieran relación directa con el caso.
El primer paciente de House en la serie se apellidaba Adler. Irene Adler fue la mujer que más influyó en Sherlock Holmes.
House no vacila en romper las reglas, ignorarlas, torcerlas y torturarlas de todas las maneras posibles hasta conseguir el diagnóstico, a veces asumiendo riesgos terribles para sí y para el paciente. Holmes mostraba una parecida carencia de escrúpulos para conseguir solucionar sus casos.
House toca el piano. Holmes tocaba el violín.
House tiene un carácter irascible, aires de superioridad, y una irritante tendencia a creer que siempre tiene razón. Holmes también. Y ambos tienen razón (casi siempre).
Ni House ni Holmes inspiran un especial cariño en la gente que tienen a su alrededor, pero sí que inspiran admiración y respeto.
House vive en el 221B. ¿Necesito decir más?
Hay, por supuesto, importantes diferencias (y parecidos más sutiles que no he puesto por no pasarme), pero en todo caso, los parecidos con Holmes son para mí un punto a favor de la serie. Y otro punto a favor de la serie son episodios que se salen de la fórmula habitual (que de por sí no tiene nada de mala) para entrar en ese enrarecido y maravilloso reino de la televisión bien hecha: episodios imaginativos, emocionantes, divertidos, estimulantes, fascinantes, con los actores en gracia divina, los guionistas en el Olimpo, y el director disfrutando. Episodios como por ejemplo Three Stories, que te hacen agradecer que exista la televisión; que ya es decir.
Me gusta House. Creo que lo he dejado claro, ¿no?