Si el Elijah de Mendelssohn te deja emocionalmente agotado, la música contemporánea te deja intelectualmente agotado. Borja es el experto en estos casos, pero el concierto de hoy tenía cosas de Beethoven (la «Grosse Fuge», muy Grosse en verdad), Berg, un francés cuyo nombre no recuerdo ahora mesmo, y nuestro amigo Ligeti. Matamúsicos, todos ellos: qué tortura para los pobres ejecutantes, más bien ejecutados, tener que aprenderse estas piezas tan difíciles. Admito que la que más me ha entretenido ha sido la de Ligeti. Uno pensaría que no, que Beethoven, pero les ha salido un poco rana la fuga, un poco sosa, agresiva, fría. Los pobres no parecía que se estuvieran divirtiendo mucho (el grupo que estrenó este cuarteto de Ligeti en concreto tardó un año en aprendérselo, y no me extraña).

Mendelssohn debía ser un poco el Elton John de la época, con su estilo emotivo y directo, accesible (aunque sostendré hasta la muerte que el inglés es un idioma muy mal dotado para la canción lírica, no hay cristo que entienda nada). Ligeti et al son, um, como Joyce: se pasan tanto rato rompiendo moldes y experimentando que no sé si se están divirtiendo mucho.

Queridos violinistas que me leéis: cuando estáis solos en casa, acariciando las cuerdas perezosamente, una noche melancólica de finales de invierno, y os ponéis a tocar algo, así, por el puro lujo de poder crear música, ¿es Ligeti lo que elegís? ¿O Schomberg? ¿Tarareáis en la ducha alegres compases de Part, o dulces melodías de Terry Riley? ¿Os enamorásteis a los sones de Berg? Borja, tú callao, que tú seguro que sí.

Bueno, en honor a la verdad, admitiré que me lo he pasado bien hoy en el concierto. Pero también admitiré que me lo he pasado mejor en otros. Y creo que ahora voy a poner un CD de algo repleto de acordes mayores, para desengrasar.