Estamos todos un poco mohínos por la confirmación de que los restos lovecraftianos aparecidos en Chile son los de un cachalote. Nos habíamos hecho a la idea de que correspondían a un pulpo gigante de esos contra los que luchaba El Capitán Trueno, una criatura de las que agarran la imaginación por la garganta y la lanzan a cimas (o en este caso, abismos) nunca antes exploradas. Porque lo cierto es que los cachalotes nos son más familiares que los pulpos de doce metros, y el hecho de que los restos de uno lleguen a la cosa no tiene el mismo, ejem, gusanillo.
Sin embargo, al leer la noticia, no puedo evitar que la un tanto horripilante descripción del proceso sufrido por el cadáver me fascine. Ahora me llamaréis morbosa. Sí, bueno, vale, pero es que la putrefacción es un proceso fascinante de por sí, y si añadimos a esto los datos del tamaño del bicho y su entorno, la cosa se convierte en un extraño cuento del mundo al revés.
Nos cuenta el artículo, con admirable sangre fría, cómo la putrefacción ablandó la carne del cachalote hasta que los huesos se le escaparon como la percha de un abrigo viejo, y cayeron allá donde aún no hemos ido. Una raspa gigantesca en el fondo negro y helado del entorno más extraño y desconocido que nos queda por explorar. Y mientras, el resto del cachalote, libre de todo andamio interno, se convirtió en una masa amorfa y ambigua que acabó varada en una playa dando dolor de cabeza a los zoólogos, porque la verdad: lo normal es que pase al revés, y que lo que se encuentre sean los huesos, y no sólo lo de fuera. Pero en el mar las cosas son diferentes, más grandes, más oscuras, y más frías.
¿Decepción? Sí, claro, un poco hay. Sin embargo, la imagen licuefactada de lo que fue todo un cachalote (de esos, por cierto, que comen calamares gigantes) me resulta, a su manera, muy sugerente. Es el equivalente ciclópeo de una piel de plátano en la que hemos resbalado todos por ganas de maravilla, y que, al hacernos caer en la plasta gelatinosa esa y regalarnos con una bocanada de su aliento amoniacal, nos ha enseñado que la muerte, en el océano, tiene otras maneras de burlarse de ti.
Claro que hay decepción… pero tampoco niega lo que creíamos. Algún monstruo marino nos tocará encontrar.
Cariacontecidas tenemos a las pulpeiras de Carballiño que este año pensaban importar un par de megapulpos para cubrir la demanda en las fiestas de Agosto.
Daurmith, preciosa, ¿has pensado en empezar a poner rombos a tus posts? XDD
¿Rombos? ¡Pero si no hay sessso!
😛
¿Rombos? ¡Pero si no hay sessso!
😛
Daurmith, eso es lo que tú te crees ;o)
Bueno, no ha sido el pulpo de las profundidades sino su mas mortal enemigo, de hecho creo que su único depredador.
Siempre podemos imaginarnos que el cachalote bajó y encontró un pulpo demasiado grande para él, un monstruo que mutó de víctima a verdugo y que quizás algún día encontremos putrefacto en algún lugar no muy lejano al de quien quería comérselo y murió en el intento.
Quita, quita. Mejor encontrarlo vivo y en perfecto estado, no vaya a pasar por cachalote sin huesos.
Que cosa mas tierna de entrada.
Hale, y a mi se me olvida poner mi nick. Pues lo pongo, no me vayan a confundir con un pulpo de las profundidades
Siempre he creído que es más facil alcanzar la verdad con las hipótesis más sencillas. En consecuencia, eso de la raspa de cachalote hundiéndose al peso de sus varias toneladas dejando el pellejo en la superficie no se lo cree nadie.
Además, lo del animal desconocido me resulta más tranquilizador. No lo sabemos todo. Menos mal.
Ya hemos perdido la infancia. Conservemos la imaginación, aunque sea por piedad.