¡Ya es 2003 en Corvallis! ¡¡Feliz Año a todos!! Me ha costado alcanzaros, ¡nueve horas de esfuerzo, arf, arf!, pero lo he conseguido y estamos ya todos en la misma convención de calendario. ¡Bien!
He brindado otra vez (este Zinfandel no estaba nada malo, hics), he comido doce aceitunas por la simbología de la cosa, al son en diferido de Times Square con cortes a Las Vegas, donde un locutor rubio y tirando a escurrío tenía como fondo un coro de chicas de revista que no cantaban nada pero llevaban unos sombreros muy grandes. Con plumas. Y poco más.
El año ha empezado bien: con el sabor rico y complejo del vino, la dulzura del turrón, la dulzura de buenas palabras y buenos deseos por y para buena gente que ha hecho el esfuerzo de despertarse para decirme feliz año. Fuera, todo está oscuro. Dentro, hay mucha luz.
Feliz 2003. Que este primer día sea para todos maravilloso… Y que sea el peor día de todo el resto del año.