(Los que no encontréis interés en el culebrón de Flaca, podéis hacer uso del enlace que coloco aquí convenientemente, donde hallaréis horas y horas de sana diversión, en inglés. Los no angloparlantes podéis acudir a este otro sitio, no tan divertido pero también interesantísimo. De nada).
Pues sí: Flaca ha pasado a la clandestinidad, y yo con ella. El caso es que una vecina me ha pedido que no le de más de comer, porque claro, eso hace que Flaca se pasee a menudo por los apartamentos. A veces, incluso, se cuela en el sótano, donde están las lavadoras (porque la gente se deja la puerta abierta, pese al claro cartel que indica que la puerta ha de permanecer cerrada para que no haya corriente ni, entre otras cosas, gatos). Como es gata afable, también curiosea por otros apartamentos que se hayan dejado la puerta abierta. Y esto, señoras y señores, es inadmisible. Así que el cuenquito con Whiskas que le suelo dejar en los escalones de casa ha pasado a ser Un Elemento Subversivo, y como tal debe ser retirado.
Pues vale. Flaca y yo nos miramos y nos entendimos sin palabras. Ahora viene por las noches, amparada en las sombras, y maúlla quedo ante la puerta. Yo abro apenas una rendija, y ella se desliza como un jirón de niebla al interior, donde se come su Whiskas tan ricamente y a su ritmo. Luego se pasea un rato por el apartamento, hace algún comentario sobre el estado de mis plantas, se me sube al regazo a ronronear un rato, y a veces tarde, a veces pronto, sale con las mismas precauciones con las que entró y se pierde de nuevo en las sombras. El exterior queda libre de cuencos comprometedores, Flaca sige con su régimen de engorde, y si alguien se queja por sus merodeos ilegales por territorio soberano de la República Bananera de Rose Terrace Apartments, sé decir, con la cara más inocente del mundo, aquello de «No sé, yo ya no le dejo comida fuera, será que ha cogido costumbre», o aquello de «Pues habrá sido ese otro gato, el blanco sucio que también viene por aquí».
¡Ja! Actas Patriot a mí…