Era una noche oscura y tormentosa.
Las nubes se cernían sobre las calles adoquinadas, pero no tanto como la lluvia, que se cernía más por el hecho de estar más cerca, o más bien encima, porque estaba cayendo y claro, llegaba a la calle adoquinada pero es que lo que se dice del todo. Pero antes se cernía, también es verdad, todo hay que decirlo.
Entre las sombras de la calle se oían los frenéticos pasos de alguien que corría y que no sabía lo difícil que es correr por adoquines mojados, sobre todo si llevas tacones, y llevaba tacones, el alguien que corría digo, llevaba tacones porque era una mujer con los cabellos alborotados y los ojos desorbitados y las orejas llenas de agua corría y corría, y no se resbalaba porque aún no toca pero lo mismo en cualquier momento se le va el tobillo y entonces verás si hay drama, porque ya es malo correr de noche bajo la lluvia con tacones por una calle adoquinada como para encima darte un trastazo pero claro, si no a ver cómo empieza el drama de la historia. Se me ha olvidado decir que mientras corría la mujer por las adoquinadas calles en la tenebrosa noche bajo la mojada lluvia horrísonos truenos y relámpagos sacudían el cielo pero horrísonos eran los truenos, no los relámpagos, que eran cegadores, o sea, que horrísonos truenos y cegadores relámpagos sacudían el cielo pero no lo he dicho así antes para no romper el ritmo narrativo, que lo llevaba muy bien.

El concurso Bulwer-Lytton premia los inicios de novela más malos que se le puedan ocurrir a la gente, basándose en el célebre «era una noche oscura y tormentosa» del autor que le da el nombre. Solo se admite la primera frase. Yo es que me he dejado llevar.