Pues eso, ahí está dicho todo. Ha muerto uno de los escritores que más ha hecho por acercar el hecho de la evolución al lector lego. Aunque se puede estar en desacuerdo con sus ideas (para eso está la ciencia, qué carape), su estilo de escritura, ágil y ameno, su capacidad de usar metáforas divertidas para explicar los procesos evolutivos, y su numerosísima producción (la tira de libros y un porrón de artículos)… se han parado en seco.
No exagero si digo que generación y media de estadounidenses ha aprendido lo que sabe de evolución leyendo a Gould. Era, es (sus libros siguen ahí) uno de los divulgadores más conocidos y queridos aquí en USA.
Vamos a ver muchas necrológicas y muchas reediciones de sus libros. Esto es bueno. Pero ya no vamos a ver más libros nuevos a la venta. Esto es malo.
Aunque a mí personalmente algunas de las ideas de Gould me rascan un poco, la verdad es que me lo paso pipa con sus libros. Sólo me gustaría que hablara menos de béisbol. Pero Gould fue el que desmenuzó a conciencia el mito de la diferencia de IQ entre razas con su magnífico «La falsa medida del hombre» (cabreando de paso al tipo ese que escribió «The Bell curve», no recuerdo el nombre, no tengo ganas de ponerme a mirarlo ahora). Gould fue el que en su libro «El pulgar del panda» explicó conceptos clave de la evolución con gran habilidad y éxito. Gould y Dawkins han sido el centro de un animado debate sobre mecanismos evolutivos. Gould fue presidente de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, ¿para cuándo una AEPAC?), miembro del CSICOP, escéptico y músico. Necesitamos más gente como Gould.
Porras.
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