Hace un rato hacía sol. No, en serio: sol. De hecho, parecía que eso de estar en el tercer planeta del sistema solar no era una broma de mal gusto. Y mientras yo pensaba en lo raros que son estos momentos fotónicos, el momento fotónico me ha dado la razón y de repente, tan bruscamente como si alguien hubiera corrido las cortinas, todo se ha vuelto del color del grafito contra un cielo lechoso. Me ha sorprendido no oír un plop. Por alguna estúpida razón, esperaba que empezara a llover.
Sigo esperando.