Quienes me seguís por Twitter (pobrechitos) sabéis que llevo ya algún tiempo muy pesadita con The Witcher: Wild Hunt, la tercera entrega de CD Projekt RED de los juegos de ordenador ambientados en el mundo creado por Adrzej Sapkowski. Estoy disfrutando muchísimo con el juego, como disfruté con los dos anteriores, sí. Pero la razón de que comprara el primero fue mi flechazo con la prosa de Sapkowski, destilada a la perfección por el trabajo impecable de su traductor, José María Faraldo.
La fantasía heroica, la de magos y elfos y enanos, siempre ha tenido un sabor netamente anglosajón. Tolkien marcó el camino (que es ahora una autopista) por el que cientos, miles de autores, con mejor o peor fortuna, nos han legado mundos agrupados bajo la a veces injusta etiqueta de «espada y brujería». Hay maravillas y hay desastres, como en todas partes, pero hay un exceso de «vos» y un aire campanudo y alejado, porque claro: sagas, épica, batallas, bardos. Y tal. Y luego llegó Sapkowski.
Supe que Sapkowski sería uno de esos autores cuyo nombre aprendería a escribir de carrerilla tras la primera carcajada. Porque el mundo de Geralt de Rivia es cruel, desagradable, violento y pesimista, sí. Y es un mundo con elfos y enanos, magos y hechiceras, monstruos y héroes. Y profecías:
Entonces le dijo la profetisa al brujo: «Este consejo te doy: ponte botas de yerro, toma en la mano un bastón de yerro. Ve con tus botas de yerro hasta el fin del mundo y por el camino agita el bastón y riega todo con lágrimas. Ve a través de la agua y el fuego, no te detengas ni mires a tu alredor. Y cuando las almadreñas se te desgasten, cuando el bastón de yerro se deshaga, cuando el viento y el calor te sequen los ojos de tal forma que de ellos ni una lágrima acierte a escapar, entonces, en el fin del mundo, hallarás lo que buscas y lo que amas. Pudiera ser».
Y el brujo cruzó la agua y el fuego, sin mirar a su alredor. Pero no se puso botas de yerro ni tomó bastón. Sólo llevó su espada de brujo. No escuchó las palabras de la profetisa. Y bien que hizo, porque era una mala profetisa.”
Sapkowski ha dado a sus héroes una cualidad mucho más rara en el género, que es sentido del humor. Ya fue bonito descubrirlo en las obras de Fritz Leiber, pero aquí no fue solo bonito: fue familiar. De golpe, la fantasía épica se me hizo más del barrio, porque la gente reaccionaba como debe reaccionar la gente. Porque si eres de un pueblo asolado por un monstruo y viene un tipo y te dice que él te lo mata pero que oiga, trescientas coronas novigradas o el monstruo os lo quedáis, lo más normal es regatear. Porque los matadragones de brillante armadura y altruistas razones duran poco en ese mundo, como debe ser. De modo que te sientes un poco cómodo, y un poco incómodo, y luego sueltas la carcajada y sigues leyendo las historias de jóvenes que van a la mansión del monstruo a por buen sexo y bastante pasta luego, o de elfos que han olvidado cómo sembrar, o de sirenas enamoradas de príncipes cabreadísimas porque al príncipe no le sale de las narices convertirse en sireno; que a ver por qué ella va a tener que ponerse dos palitroques en la mitad inferior y él a quedarse tan ricamente allí. O de genios a los que mandan a tomar por culo y que no tienen más remedio que obedecer. O de profecías de las que pasa mucho el héroe.
La saga de Geralt de Rivia deja los relatos cortos para entrar en una historia mucho más compleja que no pierde el aire refrescantemente europeo, asentado y realista del principio y con la que se disfruta hasta la última página. Pero yo siempre guardaré un rinconcito en mi corazón para las historias cortas del principio, porque son las primeras carcajadas que solté con Sapkowski. No serían las últimas. No me puedo resistir:
El verdugo se acercó y, siguiendo una antigua tradición, se arrodilló ante el reo e inclinó la cabeza encapuchada.
– Dadme vuestro perdón, buen hombre -le pidió en tono sepulcral.
– ¿Yo? -Jaskier se sorprendió-. ¿A ti?
– Aja.
– Y una polla.
– ¿Eeeh?
– Que no te perdono en la vida. ¿Por qué te iba a perdonar? ¡Ya lo habéis visto, el tío cachondo! Me va a cortar la testa dentro de un segundo, ¿y yo le tengo que perdonar a él? ¿Os estáis quedando conmigo, o qué? ¿En tal situación?
– Pero, ¿cómo podéis decir eso, señor? -se quejó el verdugo-. Pero si, según nuestras leyes… y, de acuerdo con la tradición… el condenado debe, ante todo, perdonar al verdugo. ¡Buen señor! Perdonad mi culpa, disculpad mi pecado…
– No.
– ¿No?
– ¡Que no!
– Yo así no me lo cargo -anunció con pesadumbre el verdugo, poniéndose de pie-. Si no me perdona, el hijo de tal, no vamos a ninguna parte.
– Señor vizconde. -El alguacil que había leído la sentencia cogió a Jaskier del codo-. No lo hagáis más difícil. Toda esta gente está aquí reunida, esperando… Tened la bondad de perdonarle, en vista de que lo ruega con tanta gentileza…
– ¡Que no le perdono y punto!
– Maestro sayón -el alguacil se acercó al verdugo-, ¿y si lo decapitáis sin que os dé su perdón? Yo os recompensaré…
El verdugo, sin decir nada, extendió la mano, grande como una sartén. El alguacil suspiró, se llevó la mano a la talega y depositó unas monedas en la palma de la mano. El verdugo las observó por un momento y después apretó el puño. A través de la abertura de la capucha sus ojos brillaron con muy malas intenciones.
– Vale -dijo, guardándose el dinero y dirigiéndose al poeta-. Venga, arrodillaos, so tozudo. Colocad la cabeza en el tronco, so capullo, también, cuando quiero, puedo ser un capullo. Os voy a cortar al segundo intento. Y, si se me da bien, al tercero.
– ¡Os perdono! -gritó Jaskier sin tardanza-. ¡Os perdono!
– Gracias.
– Ya que os ha otorgado su perdón -dijo lúgubremente el alguacil-, devolvedme el dinero.
El verdugo se dio la vuelta y alzó el hacha.
– Retiraos, mi señor -dijo con voz apagada, en un tono siniestro-. No vayamos a liarla con los instrumentos. Ya se sabe que donde cortan cabezas caen orejas.
El alguacil se retiró de un brinco, y a punto estuvo de caerse del cadalso.
– ¿Así está bien? -Jaskier se arrodilló y estiró el cuello encima del tronco-. ¿Maestro? ¡Eh, maestro!
– ¿Qué queréis?
– Estabais de broma, ¿verdad? ¿A que me vais a decapitar a la primera? ¿De un solo tajo? ¿Eh?
A mi, los dos primeros libros me encantan. Luego cuando a geralt le dan de palos y se recupera, me cuesta. Los dos ultimos para mi remontan. (En ese sentido, para mi va al reves que del ciclo de la puerta de la muerte que empieza flojo, a partir del tercer libro se vuelve muy bueno)
Del primer videojuego, me gustó que fuera fiel a los libros, estando vivos los que habian sobrevivido a la saga. (Borrachera con Jaskier, ver a las amigas de Regis etc, por eso me puse del lado de ellas.)
Ahora a empezar con el witcher 2… Tantos juegos me quedan
Por cierto, han sacado un libro nuevo de Geralt.
¡Nooooo! Más libros a la cola para leer XDDDD
Maldita sea XD