Hoy, mientras desayunaba esperando a los albañiles que tienen que venir para evitar que mi baño se parezca cada vez más a una gruta submarina, con langostas y todo (es una larga historia, e incluye viajes en el tiempo, así que la dejaremos para otra ocasión), me encuentro con este titular:

Sanidad concluye que el principal efecto de la homeopatía es el placebo

Lo cual equivale un poco a decir que el agua moja, al menos a poco que leas sobre los fundamentos de la homeopatía y te pares a pensar en lo que significan. Resumiendo, significan que no tiene nada.
Bien. Para algunos, por tanto, este estudio no es tanto una noticia como una corroboración de la evidencia científica disponible hasta el momento. Para otros supongo que no, porque si una cosa tiene este debate es que se repite más que el ajo. De hecho, muchas de las reacciones al estudio este en el mundillo en el que me muevo van en la línea de plus ça change plus c’est la même chose. Y tienen razón: estudios demostrando la ineficacia terapéutica de la homeopatía los hay a porrillo, y ahí sigue la homeopatía con sus afirmaciones de eficacia terapéutica, igual que siguen vendiéndose los crecepelo y las gafas de rayos X (o las apps para móvil de rayos X, que la tecnología avanza pero la sensatez no).
Pero al menos a mí me sirve para recordar que hay una cosa que a) permite que la homeopatía, y otras pseudomedicinas, sigan existiendo, b) a diferencia de la eficacia de la homeopatía, existe de verdad, y c) es probablemente uno de los efectos más fascinantes y desconocidos de la medicina. Me refiero, por supuesto, al efecto placebo, y a su gemelo malvado, el efecto nocebo. A estudiar esto sí que merecería la pena desviar los pocos fondos que tengamos para estas cosas, la verdad. Más que a estudiar si el agua destilada cura, que ya sabemos que no.