Pasada, más o menos, toda a trrrremenda excitación del nuevo campanario de la OSU, el viernes ha amanecido soleado y radiante sobre un campus a medio poblar, que aquí los viernes son una especie de tierra de nadie entre la semana laboral y el fin de semana. Un pianista en la sala común del Memorial Union (para ver una webcam con una vista estupenda del edificio, pulsa aquí) improvisaba melodías New Age cuando me he pasado por allí, y luego se ve que le ha dado un ataque o algo y se ha lanzado a tocar jazz, un jazz fiero, algo agresivo, con interesantes variaciones en los bajos, medio tono fuera de la ortodoxia y por tanto ligeramente amenazadores. Se agradece, sobre todo porque ahora mismo el campus está lleno de anuncios increíblemente cursis sobre no sé qué evento florido que celebra alguna asociación de estudiantes u otra (hay miles). Lo de cursis no lo puedo decir en voz alta porque, también aquí, abundan las PFO (Personas Fácilmente Ofendidas) y a lo mejor se me enfada alguien y no quiero líos. Que no está el horno para bollos.