¡Feliz Año Nuevo! Mientras llega la siguiente parte, y como prometí, un breve, brevísimo interludio narrativo a guisa de enlace entre capítulos. Mientras, servidora va a dar cuenta de la cena de Nochevieja en un rato, y luego brindaré por todos vosotros y porque todo el año que viene empiece maravillosamente bien, y luego mejore todo el rato.

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'... frente al fuego con sendas pipas.'Hacía tiempo que el servicio de té había sido recogido, y Holmes y yo nos habíamos sentado frente al fuego con sendas pipas. Llegados a este punto, Holmes calló y se aplicó a la tarea de rellenar su pipa de madera de cerezo y encenderla, mientras yo pensaba en los pormenores del extraño caso que se había cruzado en el camino de mi amigo durante mi ausencia.
– Qué extraordinario -comenté-. ¿Recuerda el caso del sabueso de los Baskerville, Holmes? En aquella ocasión también pensamos que nos la tendríamos que ver con el mundo sobrenatural.
– Quizá lo pensara usted, Watson -replicó mi amigo entre chupada y chupada a la pipa-. Yo tiendo a buscar las explicaciones en este mundo primero, y raras veces me quedo sin encontrarlas.
– ¿Barruntaba usted que este era el caso?
– No «barrunté» nada, mi querido amigo. Ya sabe usted que aborrezco teorizar antes de tener en posesión todos los hechos. Pero no le negaré que por mi cabeza cruzaron no menos de cinco explicaciones que daban cuenta del relato de Smythe, ninguna de las cuales, permita que se lo diga, implicaba al mundo de los espíritus.
– Me imagino que usted sospechó de inmediato del tal Xavier Saw.
– ¡Excelente, Watson! Eso fue, en efecto, lo primero que se me ocurrió. Al fin y al cabo, el viejo estaba poniendo grandes cantidades de dinero en sus manos. Cuando Smythe se fue me dediqué a hacer algunas averiguaciones.
– ¿Y qué averiguó?
– No gran cosa, principalmente porque de inmediato estuve seguro de que ‘Xavier Saw’ era un alias. Scotland Yard no tenía nada bajo ese nombre, y por eso pensé que sería mejor ir directamente a Islington y hacer lo posible por conocer al señor Saw cara a cara cuanto antes. Por supuesto, también tenía un vivo interés por ver el cuadro.
-Sí, respecto a eso, Holmes, usted acertó al decir que el rostro era calvo y con cejas pobladas, ¿cómo pudo saberlo?
Holmes sonrió saturninamente y rió un poco entre dientes antes de responder.
– Permítame que me reserve ese pequeño detalle para más adelante en mi narración, Watson. Le aseguro que entenderá pronto cómo hice lo que hice.
– En ese caso, no le interrumpo más. Siga, por favor, siga.
– Se hace tarde. ¿Tiene inconveniente en que siga mientras nos dirigimos a Simpson’s?
– Ninguno en absoluto.
La niebla había empezado a levantarse. Mientras caminábamos lentamente por las calles, aún cubiertas de un velo húmedo y lechoso, Holmes continuó con la narración.

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El resto seguirá pronto; en cuanto lo escriba.