El frío emanaba desde la oscuridad del bosque que flanqueaba las aguas tumultuosas del Río de la Serpiente. El avezado grupo de aventureros había hecho un alto en su camino hacia el norte para revisar su plan.
—Yo tengo el mapa —dijo triunfalmente Jesshally La Del Cabello Llameante, agitando en el aire un pedazo de papel con líneas y signos que nadie del grupo había podido descifrar.
—Necesitamos que alguien nos interprete lo que dice —intervino Filder, un guerrero con barba al que nadie hacía mucho caso.
—Voy a rezar —anunció Tomil, el elfo druida del grupo, uniendo la acción a la palabra.
En esto apareció un viejecito de entre los árboles.
—Buenas tardes, ¿puedo ayudarles?
—¿Nos puede decir qué pone en el mapa? —preguntó Jesshally La Del Cabello Llameante con su sonrisa más encantadora, agitando el mapa vigorosamente bajo la nariz del viejo—. Vamos a la Roca del Dios.
—Um. Ajá. Sí. Muchos peligros. Veo muchos peligros. ¿Prefieren ir por el camino largo o por el camino corto? El camino corto es más peligroso, pero se llega antes. Porque es corto. El otro es más largo.
—Um…
Los aventureros celebraron un rápido conciliábulo. El Paladín Dorado, que hasta el momento no había abierto la boca, la abrió ahora para anunciar, con energía:
—¡Vamos al norte!
—Yo tengo el mapa —insistió Jesshally La Del Cabello etcétera etcétera.
—¿Tomamos el camino corto o el largo? El anciano ha dicho que el corto es más peligroso —dijo el barbudo Filder.
—¡El largo, el largo! —dijo Jesshally La Del buenoyanoslosabemos, famosa por su valor en dos continentes y un barrio.
—Yo sigo rezando —anunció Tomil ante la indiferencia del grupo.
—¿Entonces le decimos que el largo? —insistió Filder.
—Le vamos a decir que el largo —dijo El Paladín Dorado con cierto tono dubitativo.
—Voy a hablar con un árbol —anunció Tomil.
—Vamos al norte —intervino El Paladín Dorado, por si no quedaba claro.
—Yo quiero ir por el largo porque es menos peligroso —dijo Jesshally.
—Bueno, pues vamos por el largo —dijo Filder.
El viejo, que a estas alturas se había cansado de esperar, les dio indicaciones para seguir el camino largo y los aventureros emprendieron viaje. Perdieron tres semanas intentando domar a unos extraños ciervos del bosque que querían usar como monturas, y dos semanas después se dieron cuenta de que se les habían terminado las provisiones.
—Voy a rezar —anunció Tomil ante la rechifla general. El Paladín Dorado tenía aire de preocupación.
En ese momento, un dragón broncíneo asomó la cabezota desde detrás de unos riscos dispuestos al efecto.
—¡Un dragón! —dijo El Paladín Dorado, famoso en tres reinos por sus dotes de observación.
—¿Qué hacéis aquí? —preguntó el dragón.
—Rápido, Jesshally, ¿no tienes una joya mágica que dice que somos amigos de los dragones? —susurró Filder.
—Sí, sí.
—Yo sigo rezando —dijo Tomil, inasequible al desaliento, mientras Jesshally alzaba la mano en la que sostenía una joya blanca.
—Ah, veo que sois amigos. ¿Qué queréis? —dijo el dragón.
—Comida —dijo Jesshally, cortando en seco los más diplomáticos intentos de Filder de plantear el problema.
—Seguidme —dijo el dragón sin más. Los aventureros se encontraron en una enorme cueva llena hasta rebosar de joyas, tesoros, y comida. Mientras llenaban las alforjas, no pudieron evitar darse cuenta de que la cueva estaba también llena de dragones jugando a las damas o a misteriosos juegos de cartas. Algo nerviosos, salieron de allí y continuaron camino hacia el norte. El Paladín Dorado seguía teniendo cara de preocupación.
—¿Ya son más de sesenta minutos después de la una? —dijo de pronto, quejoso—. Es sólo que mi padre me dijo que tengo que ir a hacer la siesta.
—Yo tengo hambre —dijo entonces Jesshally La Del Cabello Llameante (6 años).
—Yo no he terminado de rezar —dijo Tomil el Elfo Druida (7 años).
—Bueno, podemos seguir esta tarde —dijo el Dragón Broncíneo, PNJ y master (9 años).
—Yo os guardo las hojas de personaje —se ofreció Filder (44 años y padre de Jesshally La Del Cabello Llameante y del Dragón Broncíneo).
—Es que me dijo mi padre que tenía que subir a hacer la siesta a las dos —insistió El Paladín Dorado (6 años).
Y así fue que, como cuentan las crónicas, los aventureros recogieron sus dados y sus figuritas de plástico y se retiraron para hacer la siesta y desviar su atención a otras actividades de la OryCon 2002.