Esta semana no voy bien. Me faltan dos entradas para cumplir El Trato™, de modo que solo me queda un terrible recurso:
Hacer trampa.
Puedo porque es mi blog, así que chst.

Los avances en biocomputación hicieron posible la aparición de las Formas: estructuras y máquinas reguladas por circuitos génicos. Ambientadores sacados directamente de mecanismos de flores, esculturas decoradas con patrones de alas de mariposa generados por genes de mariposa, superficies fotosensibles hechas con piel, generadas en el momento por microinyectores de proteínas y factores de crecimiento adsorbidos en resinas sintéticas. Las Formas se generalizaron cuando se consiguió simplificar y automatizar su producción, y se convirtieron en un bien de consumo.
Muy pronto tras su popularización apareció la predicción teórica de las Formas Turing: Formas lo bastante complejas como para otorgarles propiedades emergentes no directamente programadas; propiedades lo bastante complejas como para poder considerarse inequívocamente características de un ser vivo. Quince años después de que pasara de moda hablar de Formas Turing, apareció la primera. La llamaron Forma MIT: una forma diseñada como calculadora que consiguió crear y resolver problemas matemáticos complejos.
La segunda Forma Turing fue la Forma Nagasaki. Componía música.
I
Teo examinó con curiosidad la colección que cubría los estantes de la salita. Eran en su mayoría formas pequeñas, baratas, de las que se compran en tenderetes de sitios turísticos o en tiendas de regalos con pocas pretensiones; también había algunas de mayor calidad, decorativas sobre todo. Por lo demás, la residencia de Yutaro Choshi aparecía insólitamente vacía de Formas; ninguna usada como ambientador, como luz indirecta, o como discreto sensor de seguridad. Y por supuesto, ninguna Forma musical. Teo se estaba preguntando si esto había sido siempre así cuando se descorrió uno de los paneles de papel y el dueño de la casa hizo su aparición.
—Señor Choshi —dijo Teo, saludando con una inclinación—, gracias por recibirme.
—Es un honor. Por favor, siéntese. ¿Puedo ofrecerle algo de beber?
—No, muchas gracias.
Choshi sonrió y asintió, como si se lo esperara.
—Supongo que querrá… verla lo antes posible.
—No hasta el punto de ser descortés —dijo Teo. Choshi era un hombre magro y bajito, con el rostro surcado de profundas arrugas y un bigotazo gris acero que daba a sus ojillos cierto aire de estar pensando en un chiste.
O a lo mejor no era el bigote. A lo mejor realmente ahora estaba pensando en un chiste, porque cuando volvió a hablar en su voz se adivinaba la risa contenida.
—¿Realmente le preocupan los modales a estas alturas? Nadie más parece compartir sus escrúpulos.
—La Forma aguantará cinco minutos más, espero. Además, antes de verla, me gustaría preguntarle por su opinión en todo este asunto.
—¿Mi opinión? ¿Acerca de qué? Estoy de acuerdo con el pronóstico de los expertos, si es eso lo que quiere saber: la Forma Nagasaki está en declive y pronto dejará de funcionar por completo.
—No, no es eso. Es… Ha vivido usted con ella durante casi cuarenta años, y ahora…
—¿Quiere saber si estoy desolado por su muerte?
—Um… ¿Lo considera una muerte?
Choshi ladeó un poco la cabeza.
—El resto del mundo parece considerarlo así. Al fin y al cabo, es una Forma Turing. ¿Debo entender que usted no?
Teo no contestó enseguida. El bigote ocultaba la sonrisa de Choshi, y la sonrisa de Choshi ocultaba… bastantes cosas. Este no era el hombrecillo con el aspecto inescrutable de un viejo maestro de kung-fu que aparecía en las noticias. Teo supuso que esa era la fachada que el anciano había decidido adoptar para sobrevivir a tres décadas de atención constante.
Lo cual hacía que esta entrevista fuera doblemente interesante.
—Mi opinión al respecto ha cambiado con los años —dijo por fin—. Antes hubiera dicho que sí. Ahora… supongo que me reservaría mi opinión. Como usted.
—Mmh. Ya veo —Choshi hizo una pausa; su sonrisa desapareció—. En cierto modo, sí, lo considero una muerte. Quizá no en sentido pleno, pero va a morir algo capaz de crear, conscientemente, y para mí ese algo merece que se le considere vivo. En cierto modo.
—¿Pero no es usted un… no se considera un Formista?
—Cielos, no —Choshi pareció realmente horrorizado ante la idea—. ¿Andar pidiendo el voto para las Formas? No soy un científico, pero he aprendido lo bastante acerca de ellas como para no decir tonterías. No, claro que no. No sé qué ha podido darle esa impresión.
Quizá el hecho de lo mucho que sabemos de una de las dos Formas Turing que existen en el mundo, y lo poco que sabemos del hombre que hizo que apareciera, pensó Teo.

Seguiremos trampeando en un rato. Es decir, aquí.