Me tranquiliza ver que Corvallis sigue siendo el sitio de realidad ligeramente fracturada que recordaba. Hoy en el periódico del campus hay un artículo sobre una fraternidad femenina (sorority, se llama en inglés) donde hay un fantasma, o eso dicen. O parecen decir, que las habilidades explicativas de los estudiantes no han mejorado desde que Séneca se quejaba de ellas. Han sudado sangre para recordar alguna muerta ilustre a la que echarle el muert… huy, la culpa de los extraños fenómenos en cuestión. Si es que son extraños, que la habilidad explicativa del redactor de la noticia no ha mejorado desde que Horace P. Greeley se quejaba de ello.

En Seattle o en no sé dónde han aprobado una ley por la que las bailarinas de los clubs, sí, esas que bailan desnudas, no pueden acercarse a menos de cuatro pies, cosa de metro veinte, de cualquier cliente. Un poco de mala uva sí que tiene la ley, sí.

Menos mal que he conseguido «Last chance to see» de Douglas Adams. Así entiendo las cosas un poco más. O un poco menos, pero no importa.