Esto es algo que cosa del 20% de la población de Corvallis se toma muy en serio. Empiezan a aparecer allá a finales de Noviembre, y en algunos casos se quedan hasta Marzo (a veces todo el año). Los más discretos colocan algunos flequitos de bombillas doradas a lo largo del tejado o en el porche, o enredan algunos cables en un arbolito a mano. Otros, directamente, se vuelven locos. Una casa de estudiantes que hay en el camino a mi apartamento, que en verano coloca el trasero de una cebra de peluche sobresaliendo de la fachada, ahora ha esparcido una galaxia entera de luces por el césped delantero, y ha cubierto el porche de bombillitas de colores, y ha estrangulado toda vegetación a mano con luces, y luego ha delineado todas las líneas de la casa en un derroche lumínico digno de Las Vegas. Otra casa ha decidido que el tema navideño mola mucho más manteniendo los colores de moda, rojo y verde, así que luce un festón de bombillas a tamaño natural alternando ambos colores. No es un efecto muy afortunado, porque ahora la casa más parece un… um… un club de carretera, por decirlo con delicadeza.
Un pequeño dúplex que normalmente no destaca debe albergar residentes que sufren manía navideña: el sendero de entrada se muestra flanqueado por hileras de bombillas muy brillantes en forma de vela, y dos ángeles dibujados con bombillitas azul eléctrico se arrodillan a ambos lados de la puerta, mientras que dos sábanas de bombillas normales de las doraditas cubren por completo la fachada a ambos lados de la puerta. Es una pesadilla cristológica. Y ya ni menciono los renos de plástico con bombillas porque me revienta una vena.