Por aquello de que la Tierra gira, cuando escribo esto aún es 23 de MarzoAbril [N. del Ed.: No tienes remedio, hermosa], o sea, aún es el Día del Libro. No es que se note; no se celebra en USA. Pero para mí hoy debía ser uno de los días más celebrados e importantes del año, y aunque no he podido avanzar más que unas pocas páginas en la relectura del quinto libro de la serie de Patrick O’Brian sobre Jack Aubrey y Stephen Maturin, me da igual, porque lo compenso el resto del año.
Me dice rvr que si recomiendo algún libro. ¡Pues claro, miles! Pero así en plan unospoquitos, no me cansaré jamás de recomendar a Connie Willis: ingeniosa, escéptica, inteligente, divertida, clara, creativa. Desde Por no mencionar al perro hasta Tránsito pasando por Oveja Mansa o Remake, hay para todos los gustos. Además, en Ado, Connie Willis ha pegado el palo más grande que he visto jamás al miedo a las palabras que se tiene en USA, y lo ha hecho en tres páginas. Eso, señoras, señores, otras entidades, eso es la marca de un genio.
¿Más? Bueno, más. Lois McMaster Bujold en space opera pura y dura (y hasta la fecha dos dignas incursiones en la fantasía), con aventuras atemperadas por los mejores personajes que existen últimamente en la literatura de ciencia ficción. Algunos están hartos de oírme decir esto, pero Miles Vorkosigan le da ochocientas cuarenta mil dos vueltas al noventa por ciento de los héroes al uso. Quien quiera conocer al enano hiperactivo, que se prepare: no podrá parar en el primer libro.
¿Que no sean de ciencia ficción? Vale, pues a los clásicos. Me parece que muchas veces pasa desapercibida la calidad de muchas obras que damos por sentadas. Conan Doyle, Jules Verne, Sabatini, Alexandre Dumas, son sólo cuatro ejemplos. En particular, por decir algo, recomiendo a gritos y dando saltos en el sillón a Dumas; sea Los Tres Mosqueteros o El Conde de Montecristo, ahí hay horas y horas de lectura absorta, de esa en la que te olvidas del paso del tiempo y pasas las páginas con cara de hambre porque no puedes esperar a saber qué pasa luego. Ah, y Edmond Dantés es uno de los personajes más interesantes de la literatura del XIX.
¿Que no sean de ficción? Chachi: Richard Dawkins o Carl Sagan tienen estilos de escritura diferentes pero interesantes y ambos saben hacer fácil lo difícil y transmitirte su entusiasmo por la ciencia. De Sagan, voy a recomendar El Mundo y sus demonios, porque no hay mejor libro para saber por qué algunos babeamos con la ciencia. Y de Dawkins, veamos, según: para más de lo mismo pero en otra clave, Destejiendo el arcoiris. Y para entender de una vez por todas la evolución, El relojero ciego. Y si no os apetece ciencia en este momento, Umberto Eco o Luciano de Crescenzo.
¿Que no sean libros? No problem: cualquier cosa de Alan Moore en comic te hará darte cuenta de que si has estado dejando de lado los tebeos te estás perdiendo maravillas. También se aplica a la serie de Sandman de Neil Gaiman. En otro registro, la colección de Astérix es de las que merece la pena tener en casa para releer. Y sólo por el dibujo, pero afortunadamente también por los guiones, echad un vistazo a Thorgal. Y cuando queráis alucinar en blanco y negro, dadle una oportunidad a Maus: no es alegre pero es increíble, impresionante, poderosísimo.
¿Que no sean legibles? La adaptación de la BBC de El Señor de los Anillos es una delicia de principio a fin, con actores excelentes y un cariño y un respeto al libro (hablamos de antes de Peter Jackson) que siempre me alegra recuperar. En inglés, claro, pero nadie es perfecto. Además, Ian Holm hace de Frodo.
¿Enlaces a todas estas cosas? Ni uno. Adrede. Porque gran parte del placer de leer es la caza, y así, con la lista en la mano, os podéis pasar por esa librería tan maja en la que os conoce el dueño y bucear unas horas por los estantes, sea el Día del Libro o no lo sea.
Porque, la verdad, todos los días para mí son días del libro. Por eso llego tarde a la celebración. Ustedes disculpen.