Los blogalitas veteranos (ejem) nos reunimos en oscuros y carcomidos locales de internet, perdidos entre el bosque lechoso de los canales de IRC. Allí nos puede ver el viajante curioso, encorvados sobre nuestros teclados, que misteriosamente parecen desdoblarse en mesas pringosas cubiertas de arañazos y quemaduras de cigarrillo. El staccato del tecleo se convierte un murmullo áspero de voces cascadas que reniegan sobre cómo han cambiado las cosas y qué tiempos aquellos de la línea de comando en DOS, y que si los jóvenes de hoy no saben hacer nada sin un wizard con iconos de colorines, y ya no se ponen comentarios como los de antes, cof, cof, camarero, digo, Chan, otro vodka por favor, digo, dame op.
Si el joven viajero tiene el valor necesario, aprenderá muchas y maravillosas cosas de nosotros. Y si no, canales tiene IRC, qué caray. Pero hay un punto hacia el que, como un nodo o un agujero negro, la conversación acaba gravitando casi siempre, y es cómo han llegado a nosotros, a nuestros blogs.
Es un viaje iniciático que tiene más misterio que el Kalevala. Cómo alguien puede llegar, digamos, a esta bitácora, buscando en Google «uñeros» o «historia del ventilador», se me escapa. Si buscan «Phileas», «Cuánto mide el ADN» o «Té de jazmín», bueno, lo entiendo, una tiene sus obsesiones. Pero ¿»Tarjetas Hello Kitty»? ¿»Monopatines»? ¿A qué juega Google? ¿O quizá no juega, y es su manera de enviar al internauta incauto por extraños vericuetos de los que sale, tras duras pruebas, fortalecido y más sabio, mejor preparado para los sinsabores que le depara la vida electrónica? Quizá Google, con sus letras de colores y su sencillo y adorable fondo blanco, sea una versión disfrazada de la consabida sala de piedra decorada con extrañas runas y gárgolas siniestras donde tres puertas esperan al héroe, tras cada una de las cuales se esconde o bien horrible destino o gloriosa recompensa o el horror de lo desconocido…
Pero alguien ha llegado a esta Biblioteca buscando «bichitos». No, si lo entiendo. En la Biblioteca de Babel están, por definición, todos los libros que es posible escribir. Bichitos incluídos. Pero aun así, es extraño. Así que comparto esas historias con los otros ajados veteranos del mundo blogalita, y nos maravillamos de cuántas veces buscan sexo y acaban, en lugar de eso, con nosotros, y nos preocupamos un poco por ellos (esto no puede ser sano), y luego seguimos hablando de ciencia ficción. O de Hello Kitty, si la ocasión se presenta.
P.S. Ninguna cadena de búsqueda ha sido dañada durante la redacción de esta entrada. Todas las cadenas de búsqueda han sido fotografiadas en estado salvaje, tal y como aparecen en el servicio Nedstat de contadores de La Biblioteca de Babel. Toda cadena de búsqueda que también dirija a otras entradas es pura coincidencia.
(Entrada dedicada a Quique, porque me gusta malgastar saliva, y a él también)