Pues sí: ya está. El sábado pasado tuve en mis manos un ejemplar de Marzo: En Tinta Propia. Un tomo con palabras e imágenes arrancadas directamente de las venas de más de sesenta colaboradores, entre escritores y dibujantes. Un tomo negro, como el tema que trata, pero hermoso, como los corazones de la gente que lo hizo posible. Fue un momento de esos ambivalentes, porque no quiero tener que colaborar en algo así nunca más, pero a la vez me siento orgullosísima de haber hecho esto.
No había estado nunca en la presentación en sociedad de un libro. El sábado fue un día de primeras veces: mi primera presentación -como colaboradora- de algo, mi primera visita a Expocómic, y la primera vez que veía a muchos de los colaboradores del tomo: el increíble JAPI (su historia es la mejor del tomo), al que un día le quitaré el reloj para que no se agobie, pero que siempre llegó a tiempo a todo y presentó con mucho aplomo aunque diga que no. Víctor Alós, sin el cual nada de esto hubiera pasado, tranquilo y eficiente, que junto a JAPI pasó el trago de presentar con serenidad y sencillez. Ilustradores que me tenían con los dientes rayando el suelo de envidia, como Ken Niimura o Ferrán Clavero y otros que me dejo. Carla Berrocal, a quien debemos la maravillosa portada y el logo del tomo, que hizo un huequito en un día agobiadísimo para venir a saludar y hacerse una foto con nosotros. Juanan, que vino de Canarias, con un par, y Txiki Palomares, gracias al cual pudimos vernos todos y además comimos de maravilla. Muchos más que también me dejo y que sabrán disculparme atribuyendo mi olvido a la amnesia y no a la voluntad.
La sala era pequeña y fría, y las actividades simultáneas programadas en Expocómic nos hicieron temer que no se llenara. Pero pronto se llenó, de gente y de calidez; mientras fuera los disfraces se llevaban aplausos y vítores, los que estábamos dentro, escuchando la historia de cómo nació MARZO, estábamos en un silencio formado a partes iguales por tristeza y camaradería. El tomo presidía la mesa ante Víctor y Pedro, negro y blanco, reflejando en su cubierta charolada la luz mortecina de los fluorescentes.
Fuera, entre el caos y el trasiego de gente, nos quedamos hablando un buen rato, haciéndonos fotos, mirando subrepticiamente a la gente que curioseaba el tomo en los estantes. Se habló de todo y se pasó muy bien. Y luego, siguiendo la sugerencia de Víctor, unos cuantos fuimos a Atocha y dejamos allí un mensaje y un ejemplar del tomo. Una hora después seguía allí, en posición diferente. Alguien lo había estado mirando y lo había dejado donde estaba, para que otros pudieran verlo.
Probablemente ya no siga allí y sólo quede el mensaje electrónico que dejamos en el ordenador del montaje audiovisual que ocupa ahora el lugar de las velas y las flores que dejó la gente después del atentado. Pero estuvo, durante un tiempo. Si hizo algo bueno por alguien, cumplió su propósito.
Dentro de pocos días MARZO estará en las estanterías de librerías especializadas. Buscadlo. Compradlo: son 5 euros por más de sesenta páginas de una calidad poco común. Y es benéfico: todo el dinero recaudado irá a parar a asociaciones que ayudan a las víctimas del atentado.
Ah, sí: y mi historia ha salido estupenda también.