Emil Ciorán definió, o mejor, describió la vida como «esa chulería de la materia». Es una descripción bastante inútil pero que tiene un algo muy satisfactorio, y estoy plenamente de acuerdo con ella. La vida es un entramado complejo y cuasiautónomo de chulerías químicas y materiales la mar de divertidas.
Hace ya tiempo que a casi nadie del mundillo científico se le escapa el hecho de que, estructuralmente, los seres vivos somos complejos, pero no incomprensibles. Cosas de la complejidad de una pulga se nos escapan por completo, pero cosas tipo bacterias y virus son más accesibles a nuestro nivel actual de conocimiento y de técnicas. De hecho hace algunos añitos, ocho para más señas, se hizo un experimento interesante que comenté aquí: un reensamblaje de piezas de un virus in vitro. En aquel caso tomaron por un lado el genoma desnudo, por otro las piezas bioquímicas necesarias para crear la cápsula exterior proteica, y consiguieron, tras no poco trabajo, ensamblarlas y que saliera un virus con capacidad infectiva. Los titulares del momento adoptaron cierto aire de fascinación morbosa y usaron frases como «crear un ser vivo de la nada» y probablemente también esa tan bonita de «jugar a ser Dios». En mi entrada de aquel momento desmentía un poco el tremebundismo de la cosa. Era un experimento muy bonito, pero no era para tanto.
Esto es mucho más chulo.
Craig Venter es un tecnólogo que hizo despegar las técnicas de secuenciación automática de ADN, y como tal, no le falta visión. El siguiente reto de la tecnología no es tanto leer secuencias de ADN como crearlas, y la tecnología ya existe, y desde hace años, pero en un estado bastante rudimentario. Se pueden crear secuencias cortas, es caro, la fiabilidad es la que es, etcétera. A Craig Venter se ve que este estado de cosas no le gustaba mucho, y se puso manos a la obra.
¿Qué hizo? En primer lugar eligió un genoma relativamente pequeño, pero muy grande para el estado de la tecnología de síntesis de ADN hasta el momento. El afortunado organismo fue Mycoplasma micoides, una bacteria. Su genoma tiene 1,1 millones de pares de bases, ahí es nada, pero aun así es pequeñito para una célula de vida libre.
La forma fácil de crear una bacteria es coger otra bacteria y darle los nutrientes necesarios para que se reproduzca: hale, ya tienes dos bacterias. Es fácil, es rápido, y es baratísimo. Está ocurriendo ahora mismo en todos y cada uno de vuestros cuerpos. No es noticia.
Venter eligió la forma difícil. Sintetizó él mismo el genoma de Mycoplasma micoides, es decir, leyó el de una bacteria y lo copió por su cuenta, con sus máquinas y sus técnicas. ¿Esto es fácil? No. Esto es dificilísimo. Para empezar, los sintetizadores pueden crear trozos relativamente pequeños de ADN, de unos mil nucleótidos (bases), de modo que hubo que crearlos, ensamblarlos dentro de células de levadura, volver a ensamblar los trozos en trozos más largos, y así hasta tener la copia completa, el millón y pico de bases.
No es una copia exacta. Se han incorporado algunas secuencias en código, una especie de firma química, porque no seríamos nosotros si no pusiéramos un graffiti en plan «Craig Venter estuvo aquí». Y tiene también un marcador químico, un trozo de ADN que hace que si ese genoma está funcionando normalmente dentro de una célula, la célula va a generar un bonito subproducto metabólico de color azul. Y hay errores en la copia, pero son errores que no afectan al funcionamiento del genoma del Mycoplasma micoides. Es normal, por otra parte; hay errores en el material genético de todas y cada una de vuestras céulas, también.
Vale. Tenemos una copia sintética, hecha con máquinas, del genoma de una bacteria. Lo siguiente es coger una bacteria de otra especie distinta, en concreto Mycoplasma capricolum, y quitarle el núcleo, o más bien, en este caso, el genoma. O sea, matarla. Así como suena. Al quitarle el núcleo a una célula (o el genoma a una bacteria, porque las bacterias no tienen núcleo como tal), la «matas», en el sentido de que la célula no puede llevar a cabo su función como tal; es nada más que un saco de citoplasma sin capacidad de replicarse.
El siguiente paso, creo que ya véis por dónde voy, es meter el genoma sintetizado en la célula des-nucleada, o des-genomada. Vaciada, vaya. Otra cosa que es más fácil decir que hacer, porque hay que «preparar el terreno» para que el huésped acoja bien el nuevo software. Pero lo hicieron, y la célula de Mycoplasma caprocolum recibió el genoma de Mycoplasma micoides.
No quiero ni imaginar las horas de trabajo, errores, fallos y frustración del equipo. Pero al final obtuvieron, no una célula, sino un cultivo, es decir: células vivas, que se multiplican como células vivas, porque son células vivas. Ahí arriba en la foto véis una de las colonias resultantes, con el revelador color azul del marcador que incluyeron para poder distinguir las células que llevan el genoma sintetizado de las que no lo llevan.
Es un resultado, creo, muy muy importante, mucho más que el experimento de 2002 donde sólo se ensamblaban trocitos. Esto es copiar un genoma por medios no biológicos (quiero decir, sin que medie reproducción biológica, sexual o asexual) y conseguir que funcione dentro de una célula. En Pharyngula (a quien he plagiado vilmente el título de la entrada, por cierto) se compara el experimento a la primera vez que se consiguió sintetizar urea, y creo que no va desencaminado.
Hasta aquí la parte biológica del experimento. Lo que está llenando titulares es, por supuesto, la parte ética. Pero antes, una salvedad: Craig Venter no ha creado vida de la nada. Ha copiado un genoma. Si hubiera diseñado una secuencia de propia creación, capaz de dar lugar a un organismo viable, estaríamos en un juego completamente distinto. No inverosímil, ojo.
Pero es la primera vez que vemos entreabierta la puerta de poder diseñar organismos sin tener que recurrir al lento, tedioso y azaroso proceso de cruces selectivos (en el caso de especies de reproducción sexual). Aunque no salgamos del ámbito de las bacterias, y falta mucho me parece para que salgamos de él, el potencial es impresionante. En todos los sentidos de la palabra. Podemos sintetizar nutrientes, bacterias que limpien aguas contaminadas, que digieran hidrocarburos, que generen hidrocarburos u otro tipo d combustible, que sinteticen moléculas de uso farmacéutico.
Y sí, lo que todos estáis pensando ahora mismo también: que sinteticen armas bioquímicas, o que difuminen más aún la frontera entre organismos, entre especies, entre vida y no-vida, incluso. Todo eso siempre ha sido teóricamente posible, desde que conocemos la estructura del ADN. Ahora se entrevé que también puede ser posible en la práctica en el futuro lejano (no sé, ¿cien añitos? ¿Ciento cincuenta? ¿Qué pensáis? Eso es muy r
ápido, para escalas biológicas e incluso antropológicas). Nuestra valía como especie (de cara a nosotros mismos, porque no hay nadie más, que sepamos, de momento) quedará clara según cómo usemos, en el futuro, insisto, lejano, ese conocimiento. Ahí tenemos que tener cuidado, y pensar mucho y bien, y con la cabeza muy fría, en lo que este conocimiento puede traer. Puede traer maravillas. Si queremos.
Pero que nadie se engañe: hay que querer. Porque esto ha pasado. Está ahí. Y no debemos evitarlo ni por miedo ni por una concepción mal entendida de nuestro papel en el mundo. Ese circulito azul intenso de unos 50 milésimas de milímetro de diámetro que parece mirarnos sin parpadear es un reto.
Craig Venter y sus colaboradores nos han regalado una herramienta llena de promesas. Ahora nos toca decidir a nosotros, a todos, qué promesas se verán cumplidas.
Y perdonad por el rollo.

Impresionante logro y, como siempre, bonito modo de contarlo. Te perdonaremos lo del «núcleo» por la licencia pedagógica ;-p
La verdad es que se puede decir de otra manera… Me lo pienso y lo edito cuando llegue a casa…
Meh, ¿por qué esperar? Editado.
De ‘perdón por el rollo ‘ , nada de nada
Muchísimas gracias a tí por aclarar tan bien la noti !
Una gracieta: Medina
Nada de rollo… un placer leerte, como siempre 🙂
Yo echo en falta más post y comentarios sobre esta noticia en la red… no parece haber generado mucho entusiasmo…
¡¡Que maravilla de entrada…!!
Sigue…sigue..
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te seguimos echando de menos…