Tras atenta audición de los cassettes que recibí hace poco, he llegado a varias conclusiones provisionales: Lutoslowsky no me acaba mucho, o quizá es que un grupo de cuerda acumulando disonancias no llega a ser lo mío. Ligeti tiene cosas que me encantan, y su Poema Sinfónico para 100 Metrónomos ha sido un éxito de público y crítica en el Daurmith’s Auditorium de Corvallis. Más que nada porque es curiosísimo escuchar cómo las regularidades aparecen y desaparecen de entre el océano de ruido blanco que crean todos los aparatitos. Debe haber, sin duda, una profunda lección sobre el caos y las últimas teorías de física en ello, pero ahora mismo no me apetece ponerme a pensar. Me conformo con divertirme escuchando los ritmos, y apunto esta pieza en mi lista de «Elementos audibles curiosos», hale.

Ahora lo que necesito es cosa de una horita de escuchar cosas totalmente armónicas y ortodoxas. Preferiblemente leyendo algo nada subversivo. O mejor aún, un tebeo. Astérix o algo así. Eso.