(Este post está obsoleto. Pero me da igual. Blogalia ha vuelto y estoy tan contenta que tengo que poner algo)
Ya queda pocoMe gusta este entretiempo. Me gustan en general los bordes de las cosas, el momento en que algo cambia y pasa a ser otra cosa. Las transiciones, las interfases. El otoño, como estación tránsito, me gusta especialmente.
Este año Corvallis parece decidido a montárselo a lo grande. Un sitio con unos árboles como estos es como para tomárselo en serio, y ahora, en estos días de cambio de escena, se empiezan a ver las primeras señales. Algunos árboles optan por un rubor periférico. Otros pintan una rama aquí y otra allá, un poco al tuntún, de un amarillo narciso limpísimo contra el verde oscuro del resto de la copa. El árbol de la foto va adelantando faena, y como véis ofrece coqueto alguna rama saliente al sol de la tarde, sólo por fardar. El muy presumido. Claro que tiene de qué presumir.
De aquí a poco me temo que se me van a agotar tanto los adjetivos como los colores. No sé para qué quiere la gente cromoterapia, teniendo este otoño. Son ganas de marear la perdiz. Me ha venido de perlas, la contemplación de los protocolores otoñales, para sobrellevar este hiato involuntario en el flujo normal de Blogalia, que ha sufrido un ataque de tos (así, nótese cómo lo digo, sin dramatizar ni nada, toda flemática, no es ningún problema, faltaría más. Ejem).
P.S. Flaca va bien, gracias. No engorda mucho, pero, gracias a una oferta especial de Whiskas en el súper, al menos sé que come con regularidad. Bueno, más que comer, devora. Además, alguien le ha puesto un cascabel y se le oye venir desde lejos, a la criatura. Yo de ella me lo quitaba, pero parece gata paciente. Más que yo, al menos.