Aclaro que la sopa me encanta. Y el potaje, y los purés. Lo que no me gusta es la SOPA, la Stop Online Piracy Act (estos chicos y sus acrónimos son la mar de tiernos, me recuerdan a cuando lo de la PATRIOT Act).

Mafalda lo explica bastante bien (por una vez ella y yo estamos de acuerdo en nuestra postura respecto a la sopa, digo, la SOPA), y hay muchos otros sitios donde podéis encontrar información. De momento a la protesta se han unido Google, Wikipedia, Quora, WordPress, MediaLab (del MIT), y supongo que bastantes más sitios.

Ah, y Escéptica. Y ¡yo!, por supuesto (solo faltaría…). Pretender censurar internet obligando a las operadoras a que escudriñen el tráfico de sus usuarios es, a estas alturas de la película, no sólo una soberana tontería, sino un indicador de que hay mucha gente muy poderosa que no se entera todavía de cómo funciona realmente internet. Y esto es muy malo.

Curiosamente, el director de Twitter no se une a la protesta porque dice que no tiene sentido que una empresa global proteste por una ley nacional.

No debe haberse enterado de que algunos países se inmiscuyen en las leyes de otros países con bastante tranquilidad, véase si no esto (o esto), sobre las presiones de Estados Unidos a España para la aprobación de la Ley Sinde, sin ir más lejos. De modo que a mí me parece que lo que pase con internet cualquier lado afecta a internet, no a un país en concreto, y a mí internet me gusta sin monitorización previa de contenidos, sin primar intereses comerciales sobre el libre intercambio de ideas, sin trabas a la innovación.

Porque las cosas han cambiado, creo que en general para bien, gracias a internet. Y no me gusta que intenten anular eso.