Ya puestos a inventar… Como aquí nacen nuevos deportes cada media hora, creo que me voy a apuntar a rueda. Se me ha ocurrido esta mañana: ¡leafskiing! ¿A que mola el nombre?
La cosa es así: es otoño en Corvallis, ergo, caen las hojas. Muchas hojas. Hasta la rodilla de hojas. Una enormidad de hojas. Los vecinos, que son gente cívica, las rastrillan diligentemente cada diez minutos, pero es que aquí hay muuuuuchas hojas, en serio. Así que nunca falta decoración otoñal en el suelo, de colores muy bonitos.
El problema es que… es otoño en Corvallis, ergo bis, llueve. Llueve mucho. Hasta la rodilla en agua que rebosa de los imbornales. Una enormidad de agua. Los vecinos, por muy cívicos que sean, no pueden hacer gran cosa al respecto, así que nunca faltan charcos de óxido de dihidrógeno en el suelo, de propiedades muy bonitas.
Ahora, combinemos ambos factores: suelo cubierto de hojas empapadas por la lluvia. Añadamos las pisadas triturantes de 15000 estudiantes, algunos de tonelaje respetable. El resultado es que gran parte de las aceras están cubiertas de un puré de hojas con la extraordinaria propiedad de tener coeficiente de fricción nulo, como descubre cualquier novato que pisa con decisión el potingue y acaba entablando conocimiento íntimo con el suelo. Así que, oye, ¿por qué no sacarle partido? Unos miniesquíes estilosos con diseños monos, todo el ropaje adecuado en colores surtidos, accesorios para proteger el esqueleto, farolitos para que se te vea, ¡y listos! O eres un árbol de Navidad con ruedas o eres un intrépido leafskier.
Además hacen mucha falta, los esquíes. Si no los tienes, la única manera de ambular por tal superficie es de aquesta manera:

No-paso 1: detente justo al borde de la zona peligrosa, los pies plantados en el suelo con firmeza. Equilíbrate. Respira hondo.
Paso 2: levanta un pie (uno de los dos vale; los dos a la vez, no) y colócalo con cuidado sobre el puré, manteniendo la mayor parte de tu peso sobre la pierna que tiene el pie que todavía está en zona segura. Apoya toda la planta de una vez, o te darás un trastazo. Respira hondo otra vez.
Paso 3: avanza. Tú puedes. Eres una brizna de viento llevada por la hierba, digo, al revés. No te quedes demasiado tiempo con una pierna en el aire, porque el equilibrio es valor efímero que se pierde rápido en esta situación, y además pareces tonto.
Paso 4: apoya el pie volador un poco por delante del otro, plano, no se te olvide, y recupera el equilibrio aleteando locamente con los brazos, que siempre queda bien.
Paso 5 y siguientes: repite el proceso, con interesantes variaciones en los grados de aleteo, para darle emoción a la cosa.

Este proceso, aprobado por la FDA, la CAC, la UN y la FIFA, da al ejecutante, o la ejecutante en mi caso, un tipo de estampa que puede ser descrita de dos maneras: o bien una parece serena estudiante de Kung Fu pasando el test de andar sobre el papel de arroz cual pequeña saltamontes, o bien una parece una cigüeñuela majara. Se admiten apuestas.