Ayer fue un domingo invernal de esos de luz robada y cenicienta. Un lado del cielo estaba embardurnado de unas nubes de sebo gris, densas e hinchadas, una mordaza al día. A eso en mi pueblo se le llama «oscurina», una palabra musical, dulce, inofensiva, tan inapropiada a lo que describe como visillos en un tanque. Los colorines de las fachadas de mi barrio, que normalmente dan un aire alegre de tarta decimonónica a las calles, parecían aguados y tristones, deprimidos bajo la luz seca.
La oscurina es también un estado del alma, un algo tenebroso que se avecina. La palabra se suele usar con un cierto aire de anticipación temerosa. «Viene una oscurinaaaa», se dice, en un tono que se agudiza progresivamente. Puede terminar en una tormenta, puede no terminar en nada. Pero mientras la oscurina se cierne, uno mira más al cielo, preocupado por si las nubes de un gris ácido se acaban comiendo el sol, en un Ragnarok de smog y tiniebla.
Lo peor de la oscurina es la oscurina. Porque ayer, la luz cenicienta se disolvió como azúcar en un sol efímero, fresco y muy pálido, y la oscurina se marchó y dejó paso al azul esmaltado de la tarde breve de invierno.
Pues yo adoro a la «oscurina».
Una luz tan interesante no se ve todos los días…
Algernon, yo si. Todos los dias. Hasta los que se consideran de buen tiempo. Hasta en Madrid. Argh!
XD
PS: Todo lo compensa por lo mucho que agradezco que a las 5 no sea noche cerrada…
Qué texto tan bonito, recontra. A mí los días oscuros suelen amuermarme, aunque intento no relacionar día gris con día triste. Pueden pasar cosas geniales en esos días.
Un saludete.
Lo peor de la oscurina es cuando destapa el sol pero se le queda a uno pegada a la ropa.
Off-topic:
Feliz Fideosidad y Próspero Año 2006!
¡Que alegría vover a leerte, aunque sea sobre la oscurina!.
Y me apunto a los fideosos deseoa.
Me parece una palabra preciosa. Oscurina. Siempre he sabido que «eso» tenía que llamarse de alguna forma 🙂