Sabíamos todos que pasaría. Él incluido. Pidió irse a casa para morirse tranquilo y tal es el respeto que este hombre ha conseguido a base de vivir su vida, que la prensa, cosa rara, le dejó en paz.. Hasta ahora, claro.
Apareció en el cine con la belleza tremenda, insolente, y un poco torcida que caracterizó a toda una ola de cachorros del Actor’s Studio. No dejó un bonito cadáver como Dean (bueno, el cadáver de Dean no debió quedar muy bonito), ni se convirtió en un gran Falstaff enfurruñado como Brando. No; él aguantó toda la carrera, sin romperse ni deformarse, forjándose en una leyenda viva que aguantaba bien el escrutinio, y con el paso del tiempo, fue mejorando. Su belleza cambió; pasó de ser un rubio dios griego de boca sensual y talante levemente irritante a un mero mortal con un carisma espectacular, que podía borrar de la pantalla todo lo que no fuera él a poco que se lo propusiera. Empezó a rodar películas que se quedaron en el poso del inconsciente colectivo de tres generaciones. Trabajó mucho y siempre bien, y dejó de lado la leve sobreactuación de sus primeros años para convertirse en un actor redondo, elegante, con un puntito canalla, de esos que enseguida caen bien hagan el papel que hagan. Creció más que sus personajes con sus actividades aparte del cine, y pronto se convirtió en un personaje no sólo a mirar, sino también a admirar.
Tuvo la suerte, y el buen ojo, de rodar algunas de las películas con mejores guiones de la historia del cine, como «El Golpe». Se aventuró en comedia, tragedia, aventuras, tragicomedia, melodrama y todo lo que pudo. Quedaba bien en comedia, y no tenía que hacer siempre de chico guapo para ser siempre el chico más guapo de todos. Siempre, de algún modo, brilló desde dentro. Y siempre mostró una clase difícil de encontrar en su gremio.
Otras biografías habrá, y hagiografías, y gente que buscará, y encontrará sin duda, su lado oscuro. Pero ayer murió Paul Newman, y a mí sólo se me ocurre pensar «qué pena, qué pena». Y ver sus películas. Quiero que Paul Newman me guiñe el ojo otra vez.
¡Qué penitaaaa! La verdad es que era increíble. Yo recuerdo haber visto «La gata sobre el tejado de zinc» de adolescente y quedarme con la boca abierta. Ya lo conocía de El Golpe, que había visto de pequeña con mi padre, pero no lo recordaba TAN guapo y TAN, no sé, grande. Y estoy hablando de la época de la Super Pop y Tom Cruise, Brad Pitt y compañía. Pero qué va, me di cuenta al instante que no había color y ya digo que tendría 14 ó 15 años.
Se le va a echar de menos.
Al menos, vivió una larga y bella vida, de esas que valen la pena ser vividas. Alegró a mucha gente y dejó su huella para siempre en la historia del cine.
Me encanta el tono que le das a todo!
No tengo blog, te leí en escépticos lo del LHC, jajaja!!
Un cordial saludo